jueves, 28 de junio de 2007

GARDEN PRIVE : DISCO LIBERAL

Entonces aun no lo sabía pero aquella llego a ser, con el tiempo, la última vez que de forma natural, o no tan natural, se le humedeció el coñito.
Hacía meses que no nos veíamos y durante ese tiempo todas sus cartas fueron una descripción metódica de su vida, su economía y su trabajo. En ninguna leí un párrafo erótico, un comentario escabroso, o una audacia imaginativa de los que antiguamente salpicaban su correspondencia.
Llegó desmadejada, ojerosa, agotada tras un viaje de más de 24 horas. Le dolían los huesos la cabeza y para colmo había entrado en la menopausia. Nada de eso me afectó. Estábamos de nuevo juntos y el mes que pensaba pasar en España, previo a mi salida hacía Costa Rica, podía ser la antesala del cielo.
Con el tiempo aquella ilusión de felicidad y de sexo fue desdibujandose. Ni el corto período inicial en Madrid ni la tranquilidad brumosa de Oviedo fueron capaces de mejorar su estado de ánimo o de insuflarle la alegría que poseía cuando la conocí. Hablábamos poco, hacíamos el amor con desidia, dejábamos pasar perezosamente los días. Ni mi probable prejubilación, ni mi estabilidad laboral contentaban su espíritu.
Fueron un lento goteo de días salpicados de compras de silencios de pensamientos individuales, no compartidos. Todo lo que tuvimos, lo que hicimos o lo que soñamos, pareció diluirse entre la lluvia grisácea del otoño asturiano.
Unos días en Madrid y luego volver a San José vía Nueva York. Cenas, copas, despedidas y la incomunicación de siempre.
.- Salgamos hoy solos y aprovechemos el buen tiempo, le pedí, sin apenas esperanzas de que dijera que sí. Pero lo dijo.
La noche magnifica, casi veraniega, un calor manejable y poca gente por las calles. Ibamos al azar, hacía ningún sitio. Cenamos en una terraza de la Castellana, tomamos una ginebra y nos fuimos animando. Daba la impresión de ser un día mágico en el que podría pedirle cualquier cosa y ella estaría dispuesta a compartirla. No recuerdo ni donde ni como, ni si fui yo o ella quien le recogió el caso es que teníamos aquella tarjeta en las manos.
GARDEN PRIVE
Disco liberal
C / Agastia 115 MADRID www.gardenprive.com

.- Yendo allí podremos saber que es y tomar una copa, dijo de lo mas animada.
En menos de 10 minutos un taxi nos depositó en el citado local. La entrada y la primera vista del interior, eran como la de tantos clubes de copas. Una barra pequeña y una serie de mesas. Camareras en minifalda, luz difusa que se oscurecía en los rincones, decoración en tonos rojizos y poco mas. Nos sirvieron las correspondientes ginebras y quedamos como tontos mirándonos a la cara.
De la única mesa ocupada una pareja, de edad similar a la nuestra, se levantó y desapareció tras la puerta enmarcada por el luminoso “Sala Oscura”.Les seguimos. Un salón de baile en semipenumbra con apenas dos o tres puntos de luz, y una decoración a base de espejos, nos dio la bienvenida. En uno de los rincones la parejita bailaba de lo mas amartelada. Hicimos lo mismo.
.- Los tengo pegados a la espalda, me susurro Sonia.
En ese momento nos dimos cuenta que en la “Sala Oscura” todo o casi todo estaba permitido siempre y cuando las parejas lo admitiesen o sea que cada uno ponía sus propios límites.
.- Me está tocando el culito por encima de la falda, volvió a decirme.
Metí mi mano entre sus piernas y encontré su sexo húmedo, empapado, como hacía mucho tiempo que no lo sentía. Estaba excitada y sus perjuicios empezaban a desaparecer..-Ha metido la mano por debajo de la falda.
.-Quieres que sigamos o nos marchamos, comenté.
.- Sigamos, dijo.
Allí se inició todo. Como si hubiésemos oído el pistoletazo de salida ambas parejas entramos en un juego de toqueteos y aproximaciones de lo mas excitante. Continuábamos bailando pero cada componente iba a lo suyo. Alargue el brazo dejando caer la mano sobre el pecho de la anónima señorita. No dijo nada. Se lo fui magreando sobre el jersey hasta que al final decidí introducírsela por debajo encontrándome con una teta poderosa, sin un sujetador que la cubriera, y un pezón duro e iniesto.
.- Le estoy tocando las tetas, dije.
.- Yo a el sexo, que lo tiene del todo flácido, volvió a susurrar. Además, ha intentado meterme el dedo en el coño pero no ha podido por las bragas.Asi pasamos un rato. Yo sobaba los pechos de una desconocida y un desconocido se paseaba por el clítoris de Sonia. Los cuatro estábamos cachondísimos. La pareja salio de repente; nosotros tardamos un rato en regresar a la mesa como si nada hubiese ocurrido. La escasa luz no nos permitió ver donde se sentaban los eróticos amigos, por lo que nos olvidamos de ellos y nos dedicamos a reconocer el resto del local.
La parte inferior colmo nuestro asombro. Cubriendo una superficie de unos 100 metros cuadrados una piscina termal acogía tres o cuatro parejas que, totalmente desnudos, se abrazaban o acariciaban. A su alrededor una enorme cama rectangular, en ese momento deshabitada, la enmarcaba por dos de sus lados. 

Mientras subíamos pedí a Sonia que se despojase de las bragas y el sujetador, cosa que hizo encantada. Estábamos calentísimos y dispuestos a todo.
Pasamos directamente en la “Sala Oscura” y, surgiendo de la sombra, nuestros amigos volvieron a aparecer. No hubo acercamiento previo. Se nos pegaron a la espalda e iniciaron el segundo asalto de este peculiar ataque sexual.
.- Me esta tocando el culo y el coño, y sigue con la polla caída, me narraba Sonia. Ahora me toca las tetas.A estas alturas los pechos de mi rival lucían por completo al aire y uno de sus pezones endurecía entre mis labios. No entiendo como podíamos hacer para bailar ya que yo besaba unas tetas, que no eran los de mi pareja y friccionaba su coñito rasurado, a la vez que, unas manos, que no eran las mías, se deleitaban masturbando a mi acompañante.
De golpe el sexo que yo trabajaba se inundó de líquidos y su propietaria se doblo en un violento orgasmo acompañado de jadeos. Sin decir nada abandonaron la pista. Nosotros continuamos bailando.
El segundo gin-tónic nos lo sirvieron en vasos de plástico. Con ellos fuimos a la piscina. Desnudos y cubiertos por dos amplias toallas nos sentamos, mejor dicho, tumbamos en una de las esquinas de aquella gran cama rectangular. La luz, brillante y lejana, el entorno cálido y las siluetas de algunas parejas retozando en el agua nos hicieron sentir como solitarios náufragos en una playa desierta. En un escarceo de lo mas exhibicionista unimos los cuerpos, nos besamos, acariciamos, excitamos. Las camareras pasaban esporádicamente con bebidas y algunas siluetas se movían acercándose o alejándose, todo nos daba lo mismo. Rodamos abrazados y libres hasta tropezar, sin saber como, con otra pareja. Con lo grande que era la cama los amigos de la “ Sala Oscura “ habían extendido sus toallas justo a nuestro lado y venían dispuestos a continuar lo empezado.
Nada nos importaba. Los cuatro desnuditos, amándonos de dos en dos y con otros dos con quienes gozar. Tenía la lengua sobre el clítoris excitado de Sonia y mi miembro erecto cuando al levantar la vista contemple como, tanto el como ella se dedicaban a magrearle los pechos, a acariciárselos, a besárselos. Me desconecte del cuarteto y me centre en la damita que ahora me obsequiaba su culo y su vagina para que hiciese allí mi campo de batalla. Ellos, por su parte utilizaban el cuerpo de Sonia como juguete sexual. Curiosamente el pene del joven seguía caído, pero en oposición el coño de su chica era un gran charco donde se perdían mis dedos. Se corrió la primera, un grito y una cascada de espasmos dieron fin a la excitación de su deseo. Sin decir nada se marcharon. Sonia se colocó de rodillas y la penetre desde atrás mientras chupaba mis dedos. Asi explotamos cayendo rendidos sobre la blanca colchoneta que ejercía de cama.
El descanso duro poco. Sonia aun estaba caliente y me pidió que siguiera acariciándola. Se acostó boca arriba y mi lengua fue recorriendo su figura, le erecto los pezones, bebió el flujo de su orgasmo. Mi sexo se empalmó de nuevo. En ello estábamos cuando una sombra se acercó. Un joven desnudo me pidió permiso para participar en el trío. Se lo di. Cada uno y en rotación fuimos recreándonos con aquel cuerpo fundido a nuestras caricias.
.- ¿Te acuerdas, Sonia?, ¿Qué sentías entonces?, nunca lo dijiste. ¿Tenías conciencia que estabas con dos hombres?
Yo de cintura hacía arriba y el de ahí para abajo, luego, al revés. Yo por un lateral, el por el otro. Yo la penetré y él juguetea con sus tetas. Nos corrimos, y él desaparece. El final perfecto, nunca comentado, jamás hablado.
Una ducha bajo la atenta mirada de uno de los usuarios que se recreaba viendo el suave bailoteo de los pechitos de Sonia y otra copa antes de regresar a la “Sala Oscura“. Era muy tarde y nadie nos acompaño. Otro taxi y a casa a dormir en una autentica cama.
Una semana después partimos hacía Nueva York y de ahí hasta San José. De nuevo le invadió la frialdad, la sequedad, el cansancio. Han pasado años y aquella atípica experiencia nunca la comentó. Estoy seguro que viviste momentos indecibles, que sentiste y gozases como nunca, que te introdujiste en un mundo de sexo y lujo solo atisbado en algún tipo de revistas. Un día te insinué que en Costa Rica existía un hotel donde podríamos repetir lo hecho en Madrid pero entonces eras otra persona y no considerantes mi idea.
Recuerdas Sonia lo que experimentamos aquel mes de Octubre del año 2000. Visualizas el Garden Prive. Añoras los toqueteos en la “Sala Oscura”, nuestra apertura sexual ante una pareja desconocida y anónima, la posterior oferta de tu cuerpo, tus pechos preferentemente, a sus desmanes lujuriosos. Sientes aun las caricias de dos pares de manos sobre tu piel, de una veintena de dedos invadiendo tu intimidad. Percibes mi boca en tus labios y la de otro hombre en tu clítoris. ¿Volverías hacerlo?.
Fue, antes de todo esto, en la sala de baile, la última vez que, de forma natural y violenta, se humedeció tu sexo y, pese a lo que ahora pienses, creo que sigues igual que entonces y que volverías, otra vez, a reeditar aquella noche en ese o en otro Disco Liberal.

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