sábado, 14 de julio de 2007

UNA TARDE DE COMPRAS

                                                                                        El goce erótico se basa en la violación de la ley
                                                                                                                                                    G. Bataille
Todo empezó con la compra de un bikini. Un bikini que apenas utilice y que, al final, se quedó en Madrid. Era diminuto y floreado. Al adquirirlo, en Valencia, quedo claro que, por sus reducidas dimensiones, solo lo llevaría junto a José Luis. La tanga, escasamente me cubría el culito y las tetas se escapaban de las cazoletas del sujetador. Era ideal para las playas, para desprenderse, sin problemas, de la parte superior o para incrustárselo entre los glúteos y dejar así el culo, prácticamente al descubierto. Fue José Luis quien se encargó de rasurarme el pubis, respetando una fina banda de pelo alrededor del coño, y junto a él lo estrene, primero, en Peñíscola y luego en La Malvarrosa.
Es probable que aquel afeitado y su posterior mantenimiento, condicionasen mis últimos días en la capital de España ya que, el principio del viaje, a causa de una serie de desarreglos hormonales, de alergias inoportunas y de maratonianos discusiones político-religiosas con unos amigos, fue un completo fracaso en todo lo relativo al sexo y a lo erótico.
Nos hospedamos, como el año anterior, en El Centro Colón, un enorme apartotel muy bien situado y con una excelente relación calidad-precio. Me quedaba por delante una semana y salvo dos o tres reuniones de trabajo, teníamos las tardes libres para ir al cine, al teatro o de compras, y las noches enteras para nuestro disfrute personal.
He dicho que todo se inició con la compra de un bikini, pero la verdad es que aquello solo sirvió para adecentar visualmente mi entrepierna. Lo que realmente me alboroto las neuronas fue, y no exactamente en este orden: el calor, la escasa vestimenta que lucían la mayoría de las madrileñas y el hecho de ya encontrarme en perfectas condiciones físicas.
Las siestas interminables, los paseos por las grandes arterias comerciales, las copas nocturnas en las terrazas de la Castellana, los desfiles de las muchachitas, y no tan muchachitas, con aquellos reducidos bodys de finísimos tirantes dejando los ombligos al aire, o con blusas semitransparentes bajo las que no se adivinaban, sino que se veían perfectamente, sus pechitos morenos y juguetones y el mucho sexo en el acogedor y recoleto apartamento, hicieron que, progresivamente, me sintiese mas provocadora, mas audaz, mas deseosa de ser yo una de aquellas mujeres que, sin pudor, lucían sus encantos ante las miradas de quienes quisieran observarlos. Daba la impresión de que el sol y el ambiente animaban a que cada cual hiciera y se pusiera lo que le viniera en gana. Nadie se lo iba a recriminar.
De forma progresiva y, casi sin querer, empecé a adentrarme en el precioso juego del soterrado desnudo callejero. Quien primero lo sufrió, o mejor dicho, lo disfrutó, fue uno de los camareros del Centro. Todas las mañanas el servicio del Apartotel nos subía un suculento desayuno a la habitación a base de bollitos, café, jugos y, para mí, huevos con pan y mantequilla. Normalmente era José Luis quien abría la puerta y esperaba mientras él depositaba lo pedido en la mesa del salón. Aquel día varié el decorado a conciencia. De entrada me levanté mas temprano de lo habitual. Me duche, acicalé y me vestí con un picardías blanco. Hacía años fue un regalo de José Luis. Servía de todo menos para dormir. La parte superior, de encaje semitransparente hasta debajo de los pechos, terminaba en una franja de raso que apenas si alcanzaba la parte alta de los muslos. La braguita, muy corta, era del mismo material, con grandes y provocativas aperturas laterales. Si el camisón era ya de por sí agresivo, aquel día lo fue mas al prescindir, con premeditación, de su parte inferior. Los encajes dejaban entrever mis negros pezones y la franja de raso apenas me tapaba los glúteos. Al hacer cualquier movimiento, por ligero que fuese, dejaba al aire mi culito o mi coñito. No me importó. Salí, abrí y el camarero, muy joven, no pareció alterarse por mi aspecto. Depositó el pedido en la mesa y me entregó la comanda para firmarla. Perdió un minuto fijándose en mis tetas y salió. Quedé contenta. Podía andar medio desnuda y nadie se escandalizaría. Lo hecho me animó, me animó muchísimo.
A partir de ahí desterré el sujetador. Paseé por Goya en una chaquetilla de satén rojo recién adquirida. En condiciones normales, o sea, correctamente abrochada, era una prenda de lo mas recatada, pero, dejando abiertos los tres botones superiores y encima yendo sin ropa interior, el pecho no solo ya se insinuaba, sino que, en determinadas posiciones, era visible por completo. Entramos en tiendas, tomamos un aperitivo en Los Jardines de Serrano y regresamos al hotel. Yo muy excitada y José Luis con ganas de poseerme.

De noche, me aventuré más. Estaba claro que la nocturnidad favorecía mis instintos básicos. Los Espejos, era una de las muchas terracitas de La Castellana. Tenía un área interior acristalada y otra exterior sobre el paseo peatonal. Por lo general, la penúltima copa la tomábamos allí viendo el ir y venir de la gente que aprovechaba esas horas nocturnas para refrescarse. Un continuo desfile de chicos y chicas, hombres y mujeres dispuestos a exhibirse, a ver e intentar ligar, daban vida al chiringuito en el que cada cual hacía y vestía como mejor podía, sin que ello escandalizará a nadie, mas bien daba tono al lugar y su clientela aumentaba. Cambie la chaquetilla por una blusa floreada y semitransparente. Era una prenda eminentemente playera para llevar sobre el bikini o sobre una camiseta de tirantes. A conciencia me la puse a pelo sobre la piel. José Luis me miró perplejo, no tanto por la blusa sino por haberme maquillado los pezones, ya de por sí oscuros y grandes, con lo cual resaltaban, aún mas, bajo la tela...- No te preocupes, le dije.Salí así, luciendo tetas y ansiosa por ver las reacciones del personal. Nada pasó. Nos sentamos, pedimos dos gin-tónics y durante casi una hora la gente circuló a nuestro alrededor. Algún despistado me echaba una mirada lujuriosa pero ahí se acababa la fiesta. El final erótico de la noche lo finalizamos en la habitación.
Quería más. Si un día fue el sujetador la prenda que desapareció, al siguiente lo fueron las bragas. Tras una siesta y su correspondiente ducha, regresamos a las compras, las postreras de mi corto verano. Sin comentar nada a José Luis me arreglé con una faldita negra y la misma chaquetilla roja del día anterior. Debajo nada, ni bragas ni sujetador.
Al principio tuve una sensación rara, mezcla de cosquilleo y humedad, pero el tiempo y el bochorno estival la fueron eliminando. A medida que las horas pasaban me iba olvidando de mi desnudez. Entramos en ZARPA, tienda especializada en sandalias y zapatos, con clara orientación al segmento juvenil y más popular de la población. Pedí varios modelos y empecé a probármelos. De repente José Luis se dio cuenta que iba sin nada por debajo. Al separar las piernas y colocarme los zapatos mi sexo se reflejo en el espejo inferior del área de probadores. Sentí un calambre en el estomago. ¿Solo José Luis lo habría visto o más gente lo estaría contemplando?. Medio me aloqué. A pesar de haber elegido ya un par que me gustaba pedí otros modelos únicamente para observar de nuevo mi raja en el espejo y constatar si alguien la miraba. Salí nerviosa y contenta. En respuesta al “ Eres mala Sonia, muy mala, pero me gustas” dicho por José Luis, le susurre..- Venga, entremos en otra zapatería, quiero hacerlo de nuevo.LOEWE es la más selecta de las tiendas madrileñas. Todo en ella es carísimo, buenísimo y, el trato de los empleados de excepcional. No pensaba comprar nada pero al menos disfrutaríamos del aire acondicionado. Un solicito dependiente se nos acercó, nos acomodó en un sofá bajo tapizado en sepia y salió como un tiro a por una serie de modelos por mí solicitados. Por desgracia allí no había espejos para los pies y si dos de cuerpo entero distribuidos por el local.
Aún rumiaba mi desilusión cuando regresó el dependiente con lo pedido. Hasta entonces jamás había entrado en una tienda como aquella y siempre era yo quien me probaba la ropa o el calzado. Pero LOEWE era distinta. El chiquito sacó, de no se sabe dónde, una banquetilla y se sentó a mis pies dispuesto a probarme el material. Me ruborice. Tal como estaba y más como iba vestida, quedaba claro que si le ofrecía el pie vería, de inmediato, toda la dimensión de mi coño. Vi la sonrisa de José Luis cuando el empleado tomo mi pie, lo descalzó y lo introdujo en uno de los modelos. Quedé abierta de piernas ante sus ojos. No pareció importarle. Veía sus ojos entre mis muslos y mi sexo se humedecía hasta chorrear. ¿Le gustan?, le oí decir mientras sus manos ascendían por mi pierna elevándola a fin de resaltar la calidad del articulo. No solo me admiraba el coño abierto y empapado, sino que, como sin querer, me estaba acariciando la pierna, Fueron segundos eternos hasta que dije.- No, estos no me sientan bien, dejando descansar de nuevo el pie en el suelo. Probaremos otros.Así, durante casi 20 minutos el dependiente estuvo probándome, observándome y excitándome. No compré nada pero él debió quedar contentísimo con lo visto y yo agitadísima por lo sentido.
El agobiante calor consiguió secar mi entrepierna pero no apaciguar mi estado de ansiedad. Había tenido mas de lo que esperaba. Un paseo por Velásquez, un cafecito y dos o tres comentarios jocosos de José Luis me tranquilizaron. “Que quieres, vida.”, me decía de vez en cuando, “No deseas comprarte nada más.”. Al final le hice caso, no porque lo necesitara, sino porque el escaparate de la tienda era una preciosidad. GLAMOUR una boutique de lencería situada en la esquina de Ayala con Hermosilla exponía prendas de ensueño..- Con entrar no perdemos nada, dije a José Luis.Volví a repetir el mismo error que en LOEWE. Tan pronto atravesamos la entrada una dependienta, como de unos 35 años, rubia y con bastante buen tipo nos acaparó, mejor dicho, me acaparó a mí: “Que desea”, “Que talla usa”, “Que colores prefiere”. Mire los anaqueles y seleccione diferentes tipos de bragas, sujetadores y camisones..- Pase al probador, me dijo, ahora se los llevo.José Luis quedo curioseando por el establecimiento y yo pase a un vestidor enmoquetado, un perchero, una mesa, un silloncito y dos de las paredes cubiertas por sendos espejos de cuerpo entero. Colgué el bolso y me senté a esperar. La empleada apareció con una pila de estuches que fue abriendo y ordenando sobre la mesa al tiempo que comentaba: “Le gustan”, “Son los modelos que deseaba”, “Los colores, las tallas”. Dije un “Si” lejano y espere a que desapareciera para probármelos a mi gusto.
No se movió. Sin duda en las tiendas caras y elegantes el “Modus operandi” es diferente al de los grandes almacenes o al de las tiendas tipo ZARA o BENETTON, en las que se entra en los probadores con la ropa deseada. En GLAMOUR daba la impresión que la dependienta estaba allí para ayudar, asesorar, evaluar y convencer. No me pareció ni bien ni mal. El único problema es que estaba sin ropa interior y al despojarme de la blusa o la falda, quedaría totalmente desnuda frente a Claudia, así se llamaba la señorita. “ Quiere que le ayude” dijo ante la duda que me embargaba “No, gracias” respondí quitándome la camisa. Salvo una leve sonrisa y el brillo malicioso de sus ojos no pareció afectarse. Empecé a probarme sujetadores y a sufrir desmedidos halagos por su parte: “ Tiene muy buen cuerpo”, “Ese le queda muy bien”, “El blanco le favorece”, a la vez que sus manos se deslizaban, una y otra vez sobre mis hombros desnudos. El nerviosismo y la morbosidad volvieron apoderarse de mí. Surgió de nuevo el cosquilleo en él estomago y el fuego entre las piernas. Empezaba a creer que aquel modo de ayudar no era del todo el correcto. “ Es mejor que te pruebes alguno de los conjuntos”, dijo. El tuteo y el desparpajo ni me sorprendieron ni me amilanaron. Solté la presilla de la falda y que vestida con el sujetador negro que entonces llevaba, pero con el coño y el culo al descubierto. El brillo de sus ojos volvió a endurecerse. “Pruébate este” dijo ofreciéndome uno crema de encaje muy abierto. Sentí sus manos sobre mí y de repente, me vi desnuda. “Tienes muy buen tipo”, volvió a repetir mientras sus dedos, sin ningún pudor descendían hasta mi pecho y sus uñas circundaban y acariciaban mis pezones, duros y fruncidos. Estaba estupefacta. No fui capaz de reaccionar y deje que me sobara, besara, pellizcara. Con una rara habilidad se desprendió de su bata y, ante mi asombro, quedo como yo, desnuda por completo. No pude fijarme en su cuerpo ya que me encontré, de pronto, sentada en el silloncito, con las piernas abiertas, la cabeza de Claudia entre ellas y su lengua relamiéndose con mi clítoris. No se como pero me corrí de inmediato. Mis muslos empezaron a vibrar y una serie de sacudidas secas me convulsionaron.
Nos vestimos, salimos y con un “Vuelve otro día, cuando hayamos recibido la moda otoño-invierno”, se despidió aquella rubia que, con la impunidad del probador, había tenido a bien el masturbarme con la lengua mientras me intentaba vender algo que, de entrada, sabía que no iba a comprar.
La noche, en Los Espejos, estuvo cargada de lujuria. Mi coño ardía y José Luis se empeñaba en tomar la última copa del día. Presa de una excitación muy fuera de lo normal y amparada en la oscuridad tome su mano y la llevé hasta mi sexo “Estas ardiendo” dijo, “Si mi vida, enfríalo tu “ conteste.
Sin saber el porque de la acción, tomo un cubito de hielo de su ginebra y me lo introdujo en el coño. Sentí un frío intenso seguido de un placer desconocido. Jamás hasta entonces, y menos en público, habíamos hecho nada parecido. Me gusto, me gusto mucho. Cerré las piernas. Mi vagina se convirtió en un manantial de líquidos viscosos que goteaban lentamente humedeciendo la moqueta del suelo. “Vámonos”, dijo de pronto, “Quiero comerte enterita, hacerte gozar tanto como estoy gozando yo”.Son las 10 de la mañana. A las 14 sale mi avión vía San José y probablemente hasta dentro de un año no volveré a transgredir el pudor de esta sociedad sin pudor, ni a gozar de la erótica de los hoteles, de las zapaterías o de las tiendas de lencería. El próximo año todo lo vivido en este lo superaré y nuevas experiencias vendrán así ampliar mi bagaje erótico. ¿ Que haré?¿, ¿Qué me harán? ¿Quién me verá?¿, ¿Dónde?, ¿Cómo?........ . Todo quedará pendiente para 1999.

lunes, 9 de julio de 2007

LENCERÍA FINA

Es miércoles, 28 de Mayo de 1998. Esta tarde, en la capital de Holanda, el Real Madrid y la Juventus de Milán jugarán la final de la Copa de Europa de Campeones de Liga. Yo, para mi desgracia, no la veré. Tenía previsto disfrutarla en compañía de mi hijo y mi yerno, uno del Atlético y otro del Real, pero el destino me tiene encomendada otra actividad. A la misma hora, Erika, hija de una de mis amigas costarricenses, llega a Madrid. Debo ir a recogerla, enseñarle la capital, pasearla por los bares y darle una serie de regalos para su madre y Sonia. Mal que me pese he de olvidarme del partido, de los aperitivos que prepara mi hija y de las ginebras con tónica con que los riego. Debo centrarme en mis funciones de anfitrión.
1. - Ámsterdam.
Las calles aparecen vacías, en los establecimientos públicos la televisión solo refleja una imagen: El Ámsterdam Arena. Sobre el césped los jugadores, aun enfundados en sus chándal, hacen ejercicio de precalentamiento. En las gradas 30.000 aficionados, 15.000 del Madrid e igual número de la Juve, gritan y cantan enarbolando sus respectivos símbolos. Es el preámbulo de una gran tarde-noche futbolística. Cuando los jugadores se retiran a los vestuarios llego al Hotel Arosa y, en el preciso momento que se anuncian las alineaciones: Por el Madrid Illgner en la portería, Panucci, Hierro,...., aparece Erika.
Esta radiante. Desde que la conocí, de niña, hace años, siempre me pareció muy sensual. Sin poseer una belleza deslumbrante, tiene una cara, una picardía en los ojos, una boca y un cuerpo generoso que la convierten en centro de muchas miradas. Pero a mí, lo que siempre me obsesionó de ella fue la rotundez de sus pechos. Bien es verdad que siempre los observé bajo los amplios blusones que acostumbraba a llevar, pero imaginé que, tras ellos, la buena de Erika, tenía unas tetas grandes, acogedoras y macizas. Alguna vez idealice sobre el color y la dimensión de los pezones, pero dado que era la hija de una amiga y que siempre andaba enrollada con su novio, al que indefectiblemente abrazaba, besaba, y magreaba en público sin ningún tipo de pudor, nunca dedique mucho tiempo a sus encantos; siempre la asocie a dos magníficos pechos y un acoso desmedido y liberal hacia su pareja que, por cierto, nunca se veía correspondido.
Ahora, su figura alegre y colorista resaltaba con la decoración blanda y acaramelada del hotel. Llevaba una de sus enormes blusas que compensaba con creces la escasez de la falda. Lo que por una parte cubría con recato, por otra enseñaba con generosidad. También, ese detalle, me había impresionado, en otros tiempos. Sus piernas, sin ser nada del otro mundo, las mostraba con descaro. En cierta ocasión llegué a vislumbrar, entre sus muslos, el color azulado de sus braguitas. Me abrazó, me besó, me entregó un paquete de Sonia y, con la mas dulce de sus sonrisas dijo..- Donde vamos.Salimos en dirección a Callao viendo, de refilón, como el árbitro daba el pitido inicial y el balón empezaba a correr.
2. - Primer tiempo.
Las terrazas de Gran Vía están desiertas. Los pocos clientes rodean los televisores y solo algún turista despistado brujulea por los grandes almacenes de la zona.
Nuestro primer vino llega acompañado de un disparo lejano de Zidane que sale fuera por poco y una gran ocasión fallida de Raul en el minuto 25. Caminamos hacía la Puerta del Sol, subimos por Montera donde, el segundo vino, nos sorprendió con una serie de faltas en cadena cometidas por Davids, alguna merecedora de tarjeta amarilla y por el aburrido juego de control que ambos equipos practicaban. Todo lo oía desde lejos, viéndolo a retazos entre una cortina de humo y cabezas alborotadas. Erika, ajena a mi interés futbolístico me relataba su viaje por Europa, su mañana de tiendas, las bellezas de Madrid, lo agradable de la gente, lo barato del vino. Hasta entonces no me había percatado que ella bebía más rápido que yo. Mientras aún apuraba mi segundo vaso, nervioso sin duda por el partido, ella iba ya por el cuarto y su carita empezaba levemente a colorearse.
El alcohol, el bochorno reinante y el espíritu de libertad que dimana de los viajes estaban transformando a Erika en un ser más jovial, mas desinhibido y más hablador del que yo recordaba. Por ello, en el instante que el colegiado alemán pitó el final de la primera parte, dándose cuenta de mi interés por el encuentro y, en un arranque de deferencia por su parte, propuso ir al hotel a ver la continuación. Así, mientras yo seguía el partido ella podría ir haciendo las maletas. No lo dudé. En un abrir y cerrar de ojos estábamos en la habitación yo, ante el aparato de televisión y ella deshaciendo paquetes y ordenando bultos.
3. - Segundo tiempo.
La noche empezaba arreglarse. Pedimos, pues Erika se animó también por el trago mas fuerte, ginebra, tónicas, limón y mucho hielo. Serví una copa a cada uno y me atrinchere en el sofá justo cuando, en el minuto 49, Redondo reclamaba un penalti a Deschamps.
“No pudo ser”. Entre los vinos, la copa, el paseo y la emoción del viaje, Erika estaba desatada. Primero tuve que quitar la voz del televisor y poner música, algo que no me importó. Luego, cada cierto tiempo, aparecía con un vestido diferente o un regalo y me pedía la opinión. Así, entre un paradón de Illgner a tiro de Inzaghi, una falta a Raul al borde del área y un dudoso fuera de juego de Morientes, iban pasando los minutos con aquel inquietante cero a cero inicial. Mi fijación futbolística impidió que me apercibiera del cambio de vestuario de Erika. Solo, cuando en el minuto 66 Mijalovic recogiendo un centro medido de Panucci y recortar a dos defensores marco el gol que, a la postre, daría la 7ª Copa de Europa al Real Madrid, me di cuenta que ahora llevaba un vestido veraniego. Salté de alegría por el gol, no por el vestido, y rellene ambas copas. Los últimos minutos fueron de inquietud, de nerviosismo. Por un lado el Madrid se defendía con orden, pero el resultado estaba en el alero. Por otro Erika seguía exhibiéndose con nuevos y audaces modelitos y mi atención empezaba a orientarse, cada vez mas, hacía su anatomía.
Los vinos y los posteriores gin-tonics habían acabado por reducir a nada sus ya escasos perjuicios. Cada pase era mas atrevido, insinuante y erótico. Un trajecito de tirantes, una minifalda que dejaba al aire su braguita, una camisa, apenas abrochada, a través de la cual se veía, mas que se adivinaba, la solidez de sus pechos, un pantalón corto, un..... . El final del partido me lo perdí. Hubo, en el minuto 90, una tangana entre Redondo y Juliano y, a continuación, el árbitro pitó el final del partido. El Real Madrid se acababa de proclamar Campeón de Europa. La 7ª Copa de Clubes era ya blanca.
4. - La Séptima Copa
En el campo abrazos y en la habitación nuevos gin-tonis. Los jugadores formaban una piña humana bajo la Copa, los hinchas gritaban enardecidos, un clamor de bocinas empezaba hacerse dueño de la noche madrileña. Yo, de pie, evitaba mirar a Erika que, ante el bullicio de la victoria salía de nuevo vistiendo exclusivamente una larga camiseta medio abotonada. Brindamos por la conquista del trofeo y, al hacerlo, sus muslos surgieron curiosos tras los faldones mientras sus tetitas brincaban de alegría. Sin duda por las prisas y el nerviosismo del momento olvido ponerse el sujetador. Nos acomodamos en el sofá viendo la celebración y escuchando emocionados los comentarios de los jugadores, unos bañados por las lágrimas, otros eufóricos resbalando por el césped.
Erika, sentada a mi lado, estiraba las piernas: libres, enormes, indecentes. No parecía importarle estar junto a mi medio desnuda. Flotaba en el espacio, respiraba felicidad.

.- He comprado mas cosas, ahora te las enseño dijo de repente levantándose y dirigiéndose al dormitorio.
Quedé escuchando entrevistas hasta que la oí a mis espaldas.
.- Mira si te gusta.
Claro que me gusto. Al girarme la veo lucir un exquisito camisón de seda blanca con aperturas laterales. Quede boquiabierto..- Estas guapísima, acerté a decir, sin querer creer del todo lo que admiraba.
Era una pura insinuación. Sus pechos, sus caderas, su culito se adivinaban bajo la liviana tela que la cubría, mientras giraba sobre sí misma.
.- Tengo mas, dijo, esfumándose.
Ya no mire la tele. Espere verla salir y evitar sorprenderme. No lo conseguí. Salió con un picardías de lo más atrevido. Su cuerpo casi se veía. La parte superior, una blusa de tirantes, dejaba al aire los brazos, los hombros, el cuello y el inicio de los senos. La braguita únicamente ocultaba el coñito dejando a la vista glúteos y caderas. Se dio unos pases ante mí y termino la copa mientras decía..- Ponme otra que ahora vuelvo.Ignora que hacer. Me encontraba ante una situación dificilísima. A favor, el alcohol me animaba a quedarme, a observar como terminaba todo aquello. En contra, mi cabeza gritaba que estaba cometiendo una canallada, que era muy joven, que estaba borracha y que, sin duda, algún día, lo lamentaríamos. La nueva aparición me atonto. Cuantas veces imagine sus pechos, sus pezones, su culito. Ahora los tenía ante mí. Lucía una especie de salto de cama de encaje negro y transparente sujeto por un lazo en la cintura. Sus tetas bailaban alegremente y el pelo del coño se convertía en un imán poderoso para mis ojos.
.- Te gusta, volvió a preguntarme, mientras se acomodaba a mi lado con su nuevo gin-tonic.
Iba desnuda, desnuda y provocativa. Mire sus pezones: pequeños, rosados, turgentes.
.- Ven, dijo apoyándose en mi hombro, ven.
Sus brazos me rodearon la cabeza, sus labios se pegaron a los míos y su lengua, con un marcado sabor a ginebra, se entrelazo con la mía. Sentí su carne entre mis manos que, ya bajo la tela, pugnaba por llegar a su pecho.
Fue mi Ángel de la Guarda, mi viejo y protector Ángel de la Guarda.
.- Espera, vuelvo enseguida dije saliendo hacía el baño.
Al regresar se había dormido. La vi recostada sobre el sofá con una sonrisa angelical en los labios, el vaso caído en el suelo y su salto de cama, abierto por completo, mostrando al natural aquella belleza joven, lujuriosa y salvaje.
Apague la televisión y me quede contemplándola. Sus pechos, antaño codiciados, eran duros, carnosos, apetecibles. Su cintura se moldeaba cilíndricamente, algún día caería, pero hoy invitaba acariciarla. Su sexo, oscuro y poblado surgía agreste entre los muslos brillantes como troncos de bambú.
Apoye mis labios en los suyos y los fui desplazando hasta terminar en los pezones. Instintivamente se endurecieron cuando mi lengua los acaricio, ensalivo, chupo. Mas tarde la acosté sobre la cama, la tape, le escribí una nota de despedida y me marche. Confiaba que alguien, al día siguiente, la despertase y llevase al aeropuerto.
5. - Madrid
Cibeles era una orgía blanca y morada. Miles de madrileños coreaban el grito de.”Madrid. Madrid. Madrid. Campeones. Campeones. Campeones.”
Rodeé la mítica diosa, ahora protegida por la fuerza pública para evitar que la hinchada se encaramase en su carro y subí por la Castellana hacía Colón. Todo el centro de la capital estaba tomado y en cualquier esquina la muchedumbre podría abalanzarse sobre uno para, juntos, celebrar la tan deseada Copa tras 32 años de sequía.
Me aleje del bullicio recordando otra fecha similar. Hacía justo un año el Madrid gano la Liga Española y celebro de igual modo su victoria. Entonces, al contrario que ahora, no estaba solo. Termine borracho y me levante amando. Hoy acabaría lúcido y más sobrio que nunca. Pensaré en Sonia, mi compañera de entonces, en Erika, el sueño juvenil inalcanzable, en sus pechos, en su cuerpo desnudo dormido sobre el diván. En Martha, su madre, ajena a esta extraña aventura que tal vez ella hubiese deseado vivir y terminar. En mi, solo en este Madrid festivo, sin nadie con quien poder festejar el triunfo del fútbol y de la carne.
No pude dormir. Soñaba con aquellas tres mujeres. Con Sonia, amada, poseída, entregada, cómplice, en Erika, apetecible, deseada, inalcanzable, en Martha, ajena, madura, incomprendida. Soñaba con aquel desfile de lencería fina con que, la mas joven, me había obsequiado y con el que ambos habíamos celebrado la 7ª Copa de Europa del real Madrid.

jueves, 28 de junio de 2007

UN REGALO SORPRESA

Por fin se decidió. 1998 había sido un año fatal en nuestras vidas. Lo pasamos separados física y emocionalmente. Vivimos los duros avatares de un proceso judicial, de un vacío laboral y de un futuro incierto e impredecible. El nuevo año empezó mejor. Sonia, por su parte, se centro en la Universidad, asignándole, como complemento, el control constructivo de una serie de escuelas públicas. A mi, se me despejo el horizonte y volví a entrar en la empresa minera en la que, hacía 4 años había pedido una excedencia voluntaria. Entré, como decía un amigo, para preparar mi jubilación anticipada. Me situaron en vía muerta. La Dirección me desplazó a una mina de montaña en donde me asignaron un pequeño despacho a la espera de que muriese de frío, soledad y aburrimiento. No lo consiguió. Desde mi enfoque, aquello me dio tranquilidad, tiempo y dinero. Las horas necesarias para ir, carta a carta y día a día, comiéndole a Sonia la cabecita para que activara la finalización de su contrato y viniese a pasar la Semana Santa conmigo a Oviedo. A mi favor tenía cientos de argumentos : Hacía muchos meses que no nos veíamos, estaba bien económicamente, ella se olvidaría de la maraña constructiva y ambos podríamos disfrutar de unos días de descanso. Pero sobre todo, lo mas importante es que juntos celebraríamos el 8º aniversario del día que nos conocimos. Mejor dicho, de la noche en que hicimos el amor. El 10 de Abril de 1991. Todo fueron razones de peso que consiguieron que su terquedad inicial se quebrantara. Todo se había fraguado en mi destierro minero en el Pozo Mª Luisa.
Un domingo de Marzo la recogí cansada, ojerosa y muerta de frío en el aeropuerto de Barajas. Aquella madrugada gozamos, tras muchos meses, de nuestros cuerpos y volvió a renacer el sexo, el erotismo y la lujuria que alimentaron nuestras mentes durante esos periodos de soledad en los que solo los recuerdos, las cartas o el teléfono unían nuestras vidas.
Jueves Santo, Viernes de Dolores, Sábado de Resurrección y Domingo de Gloria, marcaron los hitos de nuestro empacho sexual. Cada rincón de la casa vio la pasión desenfrenada. Pasamos 4 días encerrados con el único juguete de nuestros cuerpos.
Olvidado el pasado y relegado para mas adelante el análisis del futuro, todas nuestras fantasías renacieron, las idealizamos, las deseamos de nuevo. Fue nuestra fiesta privada carnal en un tiempo de cuaresma.
El ardor de la batalla amainó con la tranquilidad del reencuentro. Programamos el devenir, laboral el mío y vacacional el suyo, dilapidamos los días gozando de cada detalle, de cada momento.
Celebrar el 10 de Abril era nuestra asignatura pendiente. Hacía años que no pasábamos juntos esa fecha, pues, salvo al principio, siempre nos encontrábamos cada uno a un lado del océano. Ese fin de semana fue diferente. Sonia preparó la comida, la bebida, el ambiente. Supe de sus idas y venidas para comprarme un obsequio especial y novedoso. Yo hice lo mismo.
Amanecimos rodeados de paquetes, flores y periódicos. En una mañana cálida, impropia de la estación, tomamos el aperitivo en la terraza, comimos, bebimos, partimos la tarta nos besamos saboreando el dulce de nuestras lenguas, nos distendimos.
.- Y ahora, le dije, mi regalo sorpresa, bueno, parte del, o mejor dicho, su preámbulo.Mientras lo abría le susurre al oído..- Con él pasaremos una noche maravillosa.Sobre la mesa deposito los cinco pañuelos de seda que contenía el paquete y me miró extrañada: uno negro, dos blancos y dos rojos.
.- Para que tantos, dijera, con uno hubieran sido suficiente.
.- Ven, dije arrastrándola hacía el dormitorio,
.- Quiero que te desnudes, continué, luego te ataré con ellos las muñecas y los tobillos a la cama y con el negro te cubriré los ojos. Por último te taparé con una sábana y a continuación te haré el amor lentamente, muy lentamente. Te acariciaré, te besaré todo el cuerpo, y te poseeré. Tu no dirás nada, no forzarás nada, solo aceptarás lo que te haga. Seguro que gozarás muchísimo. Sentirás pero no verás, serás mi objeto de placer y yo me esforzaré porque te excites como nunca en la vida.Estaba tan ilusionada que acepto el juego.
quieras.
.- Si, contestó, átame, y sin que vea nada y sin poder moverme haz conmigo lo que quierasQuedó desnuda con los brazos extendidos y las piernas abiertas. Se los até y le cubrí los ojos.
.-Como estás, pregunté, ves algo..- Estoy bien, contestó, sigue, sigue.Acaricie su coñito, algo mojado, y la tape por completo con la sábana.
.- Ahora vuelvo, le dije, dejándola sola atada y cubierta.
Corrí a la entrada y allí estaba. Fiel a lo pactado Ramón permanecía de pie esperándome. En silencio nos dirigimos al dormitorio.
.- Desnúdate, le indiqué por señas mientras yo hacía lo mismo.
Entramos. Sonia, o su bulto, ocupaba el centro de la cama. Apenas si se movió cuando, con suavidad, me acerque.
.- Tranquila, le dije, ahora empiezo. Recuerda todo lo dicho.Ramón, a los pies, contemplaba la escena. En pelotas tenía un aspecto más aniñado. Su sexo, flácido, le daba un aire varonil a su tripita caída y blanquecina. Desde la cabecera fui arrastrando la sábana dejando al descubierto los pies, las rodillas, los muslos. Allí me detuve. Empecé a acariciarla: los dedos, los tobillos, los gemelos. Note un leve estremecimiento de su piel. No tenía prisa. Lentamente se fue relajando, se acostumbro al roce de mi piel y a sus idas y venidas. Entonces cambiamos. A una indicación Ramón me sustituyo. Continuó con la misma rutina. Veía como le daba placer y como ella no se percataba del cambio producido.
Todo iba bien. Ramón se detuvo y yo volví a tirar de la sábana. El coño, la cintura, los pechitos, quedaron al descubierto. De nuevo otras caricias, pero más intimas, más audaces. Mis dedos se paseaban por el clítoris, el ombligo, las tetitas. Le aprisionaron los pezones y estos se endurecieron. Ramón me observaba y su sexo, como el mío, iba creciendo. Al frotar su sexo lo encontré húmedo y abierto. Cada vez estaba mas entregada, más deseosa de que el juego continuara. Nos intercambiamos. Era Ramón ahora quien la tocaba, quien le rozaba el clítoris, quien le pellizcaba los pezones quien le hundía los dedos en la vagina. No notaba ni el cambio ni la diferencia. Yo contemplaba con lujuria como otra persona jugaba con Sonia y, sin ella saberlo, la hacía gozar.
Le mandé detenerse y entre ambos eliminamos por completo la sábana que la cubría. Estaba sobre la cama abierta de brazos y piernas, con los ojos vendados. Ramón, a su lado, totalmente empalmado y yo gozando con la visión.
Empecé a besarla: la cara, los ojos, cubiertos por el pañuelo, la nariz, la boca. La abrió y le introduje la lengua entrelazándose con la suya. Ramón entra en el juego. Atisbe, de reojo como le colocaba sus dedos en los muslos. En aquel momento debió darse cuenta de que algo raro pasaba pues su mandíbula se tenso. Había unas manos sobre sus tetas y otras, diferentes, ascendían hacia su coñito. Estaba, sin lugar a dudas, a disposición de dos hombres. Se sentía a la vez: perdida, excitadísima, húmeda e incapaz de hablar. La presión de sus dientes cedió, sus músculos se relajaron, se abandono.
Ramón la masturbaba, a la vez que yo le chupeteaba los pezones. A ratos nos alternábamos. Él subía a las tetas y yo bebía de sus jugos vaginales. Los dedos se perdían con facilidad en su muy lubrificada cavidad mientras mi nariz le golpeaba el clítoris. Ambos nos empleábamos para darle el máximo de placer.
En un momento de excitación nos levantamos colocando nuestros penes, ya del todo erectos, uno en cada una de sus manos. Los aprisiono y fricciono. No veía, pero sabía lo que se le estaba ofreciendo. Nos masturbaba atada a la cama y con los ojos vendados. El juego erótico no parecía acabarse.
Me separé y tumbándome sobre ella la penetre. Los tres estábamos presos de una excitación total. Con mi miembro en su interior contemple como Ramón le iba masajeando los pechos, el estomago, el clítoris. Iniciamos al unísono un movimiento frenético. Yo entraba y salía de su cochito, él la masturbaba y ella le friccionaba la Polla sin piedad. Creo que todos nos corrimos a la vez. Uno descargo su semen en sus entrañas y el otro en su mano, mientras ella convulsionaba su cuerpo de placer. Caímos rendidos. Haciendo un tremendo esfuerzo me levante, la cubrí de nuevo con la sabana y acompañe a Ramón a la puerta para despedirnos.
Regrese al dormitorio. Sonia permanecía inmóvil. Retire la sabana, la desaté y le quite el pañuelo de los ojos.

.- Donde esta, pregunto.
.- Se ha ido, dije volcándome sobre ella.
Seguía excitada. Libre de pies y manos comenzó su fiesta. Se amorró sobre mi brega, estiro su cuerpo sobre el mío y con mi sexo en su boca ofreció el suyo a la mía. Aquel hermoso 69 lo completaron nuestros dedos con sendas penetraciones anales. Así, entre movimientos, hundimientos y mamadas nos volvimos a correr, o mejor dicho, yo me corrí mientras ella se mantenía excitada mientras seguía masturbándola. Al final se le aflojaron las piernas y grito, henchida de placer.- Basta ya, basta.Nos dormimos chorreando semen, lujuria y deseo.
Amanecimos tarde. Era domingo y la noche había sido agitada. Era un día lluvioso y no excesivamente frío. Entre café y café fuimos desgranando la pasada experiencia. ¿ Cómo se te ocurrió ?, ¿ Quién era él?, ¿ De donde salió?, Me preguntó ella. ¿ Que sentiste ? , ¿ Como te encontraste?, Respondí yo. Por partes, dijo, primero tú y luego yo.
“¿ Cómo se me ocurrió ?” . Pues no lo sé. Tal vez tu tuviste algo que ver en ello. Te acuerdas que, hace años, en una noche loca de sexo dijiste : “Me gustaría que nos vieran como lo hacemos”. Esa frase y esa idea la hemos dicho luego infinidad de veces envueltos en la vorágine del deseo. Siempre la recordábamos en los momentos de excitación y nos olvidábamos de ella después. Durante estos últimos meses la recordé a menudo, en especial cuando leí, en la Sección de Contactos de La Nueva España, anuncios como este : “Joven se ofrece a matrimonio o pareja para.....” . Nunca pensé llamar sin consultártelo. No se donde leí un cuento en el que se describía una fantasía erótica de atar a la mujer a la cama tapándole los ojos. Era como participar y no hacerlo. Uniendo ambas ideas con el contrapunto del regalo, esboce la sorpresa de anoche.
“¿ Quien era el ? y “¿ Donde lo encontré ?. Lógicamente en el mismo periódico. Una mañana leí algo parecido a esto:
“ Gordito complaciente , 35 años, se ofrece a matrimonios o parejas para hacer realidad sus fantasías sexuales, orientadas exclusivamente a la mujer. Se amolda a todo tipo de sugerencias. Delicado, limpio, discreto, sin interés económico ,
BUZON...............”
Llamé y, el contestador del anuncio, me amplio las posibilidades iniciales. El gordito se llamaba Ramón, no se si era su verdadero nombre, y se ofrecía a :
a.- Solo mirar, vestido o desnudo.
b.- Participar en juegos eróticos con las manos.
c.- Participar en juegos eróticos con la boca y la lengua.
d.- Participar en juegos eróticos con el sexo.
e.- Penetración. Solo con ella.
f.- Masturbaciones múltiples.
g.- Hacer o grabar fotos o videos.
h.- Formar parejas. Debería aportarse la compañía femenina.
El menú era variado y ocurrente así que le deje mi teléfono y esperé. En un principio aposté por un bromista ya que pasaban los días y nadie se comunicaba conmigo. Tres semanas mas tarde el tal Ramón me llamó , preguntándome si estaríamos dispuestos. Como supondrás le dije que, entonces, no, que desearía conocerlo y que, tal vez, mas adelante, cuando tu llegaras, podríamos llevar a cabo su deseo y nuestra fantasía.
Quedamos un día resultando ser la persona idónea para el juego. Le propuse mi idea de atarte y vendarte los ojos, debiendo hacer el únicamente lo que yo le dijera. Ni te besaría en la boca ni te penetraría . Podría tocarte y chuparte lo que mas le gustase: las tetas, los pezones, el clítoris. Podría ofrecerte su sexo para que le masturbaras, como así ocurrió, podría excitarte mientras yo te poseía. En un principio deberíamos dar la sensación de una sola persona para luego, en el momento en que te besara la boca y te acariciara los pechos, el te tocaría las piernas. De esta forma tu te darías cuenta que estabas con dos personas. Mas adelante pasaríamos de las manos a las bocas . Yo te comería el coñito y el te mordería los pezones. Sino surgían problemas continuaríamos el juego ateniéndonos a las reglas pactadas de antemano. En aquellos momentos pensé que tu entrarías y disfrutarías de todo cuanto hiciéramos. Por último el se iría y nunca mas volveríamos a verlo. “Ves, mi amor”, así lo programe todo.
.- ¿ Y tu ?, pregunte, cuando te enteraste y que sentiste.
.- No se, me contestaste. Al principio estaba muy nerviosa. El hecho de estar atada a la cama, de cubrirme los ojos, de ocultarme con la sabana, me excitó mucho. Imagine que ibas a gozar conmigo, a utilizar algún vibrador o hacerme fotos. Estaba dispuesta a todo, húmeda y muy lubrificada. Después, cuando empezaste a retirar la sabana y acariciarme las piernas, me descoloque. No me di cuenta de los primeros cambios, pensé que siempre eras tu quien me poseía, pero cuando me estabas besando tocándome los pechos y note otras manos sobre las piernas, me intranquilice. Quise gritar, soltarme, pero tu, sobre mi, lo impediste. Luego, me deje ir. Mi mente vivió miles de sensaciones diferentes. Al no ver, no sentía pudor por estar con dos hombres. Cuando me colocasteis vuestros dos sexos en mis manos empecé a masturbaros sin saber quien era quien. En lo sucesivo no diferencie nada, aunque siempre supuse que eras tu quien me penetraba y el otro quien me acariciaba excitándome. Todo, de verdad, estuvo muy bien. Primero cuando nos corrimos los tres y mas tarde cuando me desataste y seguimos gozando. Te la comí enterita, metí mis dedos por tu culo y de nuevo te corriste en mi boca. Yo no podía dejar de vibrar ante aquella avalancha de orgasmos . Fue lindísimo, algo para recordar siempre.Repasando lo vivido por la noche nos volvimos a excitar e, inconscientemente, nos levantamos para regresare a la cama. Ese domingo lo pasamos entre sabanas reeditando parte de lo que hacía pocas horas habíamos, a sabiendas o no, ejecutado.
Tenías que partir. Fueron días tristes marcados por la idea del próximo reencuentro, ahora, mas cercano, pero aderezados de maletas, encargos y proyectos. Lo peor era que, por impedimentos laborales no podría acompañarte a Madrid. Tomarías el avión en Asturias y pasar sola tres horas en el aeropuerto de Barajas.
Te lleve hasta Renon y, entre los besos y las lágrimas de despedida, te di mi último regalo.
.- Abrelo en vuelo, dije, y acuérdate mucho de mi.
La cajita contenía una esclava de oro con la fecha 10-IV, sin año. Todos los años, a partir de 1991, serían nuestros esa fecha. A pesar que el último decenio había sido especial, único, novedoso e irrepetible, los siguientes del siglo XXI seguirían deparándonos mas fantasías, mas amor, mas sexo, mas de todo.


GARDEN PRIVE : DISCO LIBERAL

Entonces aun no lo sabía pero aquella llego a ser, con el tiempo, la última vez que de forma natural, o no tan natural, se le humedeció el coñito.
Hacía meses que no nos veíamos y durante ese tiempo todas sus cartas fueron una descripción metódica de su vida, su economía y su trabajo. En ninguna leí un párrafo erótico, un comentario escabroso, o una audacia imaginativa de los que antiguamente salpicaban su correspondencia.
Llegó desmadejada, ojerosa, agotada tras un viaje de más de 24 horas. Le dolían los huesos la cabeza y para colmo había entrado en la menopausia. Nada de eso me afectó. Estábamos de nuevo juntos y el mes que pensaba pasar en España, previo a mi salida hacía Costa Rica, podía ser la antesala del cielo.
Con el tiempo aquella ilusión de felicidad y de sexo fue desdibujandose. Ni el corto período inicial en Madrid ni la tranquilidad brumosa de Oviedo fueron capaces de mejorar su estado de ánimo o de insuflarle la alegría que poseía cuando la conocí. Hablábamos poco, hacíamos el amor con desidia, dejábamos pasar perezosamente los días. Ni mi probable prejubilación, ni mi estabilidad laboral contentaban su espíritu.
Fueron un lento goteo de días salpicados de compras de silencios de pensamientos individuales, no compartidos. Todo lo que tuvimos, lo que hicimos o lo que soñamos, pareció diluirse entre la lluvia grisácea del otoño asturiano.
Unos días en Madrid y luego volver a San José vía Nueva York. Cenas, copas, despedidas y la incomunicación de siempre.
.- Salgamos hoy solos y aprovechemos el buen tiempo, le pedí, sin apenas esperanzas de que dijera que sí. Pero lo dijo.
La noche magnifica, casi veraniega, un calor manejable y poca gente por las calles. Ibamos al azar, hacía ningún sitio. Cenamos en una terraza de la Castellana, tomamos una ginebra y nos fuimos animando. Daba la impresión de ser un día mágico en el que podría pedirle cualquier cosa y ella estaría dispuesta a compartirla. No recuerdo ni donde ni como, ni si fui yo o ella quien le recogió el caso es que teníamos aquella tarjeta en las manos.
GARDEN PRIVE
Disco liberal
C / Agastia 115 MADRID www.gardenprive.com

.- Yendo allí podremos saber que es y tomar una copa, dijo de lo mas animada.
En menos de 10 minutos un taxi nos depositó en el citado local. La entrada y la primera vista del interior, eran como la de tantos clubes de copas. Una barra pequeña y una serie de mesas. Camareras en minifalda, luz difusa que se oscurecía en los rincones, decoración en tonos rojizos y poco mas. Nos sirvieron las correspondientes ginebras y quedamos como tontos mirándonos a la cara.
De la única mesa ocupada una pareja, de edad similar a la nuestra, se levantó y desapareció tras la puerta enmarcada por el luminoso “Sala Oscura”.Les seguimos. Un salón de baile en semipenumbra con apenas dos o tres puntos de luz, y una decoración a base de espejos, nos dio la bienvenida. En uno de los rincones la parejita bailaba de lo mas amartelada. Hicimos lo mismo.
.- Los tengo pegados a la espalda, me susurro Sonia.
En ese momento nos dimos cuenta que en la “Sala Oscura” todo o casi todo estaba permitido siempre y cuando las parejas lo admitiesen o sea que cada uno ponía sus propios límites.
.- Me está tocando el culito por encima de la falda, volvió a decirme.
Metí mi mano entre sus piernas y encontré su sexo húmedo, empapado, como hacía mucho tiempo que no lo sentía. Estaba excitada y sus perjuicios empezaban a desaparecer..-Ha metido la mano por debajo de la falda.
.-Quieres que sigamos o nos marchamos, comenté.
.- Sigamos, dijo.
Allí se inició todo. Como si hubiésemos oído el pistoletazo de salida ambas parejas entramos en un juego de toqueteos y aproximaciones de lo mas excitante. Continuábamos bailando pero cada componente iba a lo suyo. Alargue el brazo dejando caer la mano sobre el pecho de la anónima señorita. No dijo nada. Se lo fui magreando sobre el jersey hasta que al final decidí introducírsela por debajo encontrándome con una teta poderosa, sin un sujetador que la cubriera, y un pezón duro e iniesto.
.- Le estoy tocando las tetas, dije.
.- Yo a el sexo, que lo tiene del todo flácido, volvió a susurrar. Además, ha intentado meterme el dedo en el coño pero no ha podido por las bragas.Asi pasamos un rato. Yo sobaba los pechos de una desconocida y un desconocido se paseaba por el clítoris de Sonia. Los cuatro estábamos cachondísimos. La pareja salio de repente; nosotros tardamos un rato en regresar a la mesa como si nada hubiese ocurrido. La escasa luz no nos permitió ver donde se sentaban los eróticos amigos, por lo que nos olvidamos de ellos y nos dedicamos a reconocer el resto del local.
La parte inferior colmo nuestro asombro. Cubriendo una superficie de unos 100 metros cuadrados una piscina termal acogía tres o cuatro parejas que, totalmente desnudos, se abrazaban o acariciaban. A su alrededor una enorme cama rectangular, en ese momento deshabitada, la enmarcaba por dos de sus lados. 

Mientras subíamos pedí a Sonia que se despojase de las bragas y el sujetador, cosa que hizo encantada. Estábamos calentísimos y dispuestos a todo.
Pasamos directamente en la “Sala Oscura” y, surgiendo de la sombra, nuestros amigos volvieron a aparecer. No hubo acercamiento previo. Se nos pegaron a la espalda e iniciaron el segundo asalto de este peculiar ataque sexual.
.- Me esta tocando el culo y el coño, y sigue con la polla caída, me narraba Sonia. Ahora me toca las tetas.A estas alturas los pechos de mi rival lucían por completo al aire y uno de sus pezones endurecía entre mis labios. No entiendo como podíamos hacer para bailar ya que yo besaba unas tetas, que no eran los de mi pareja y friccionaba su coñito rasurado, a la vez que, unas manos, que no eran las mías, se deleitaban masturbando a mi acompañante.
De golpe el sexo que yo trabajaba se inundó de líquidos y su propietaria se doblo en un violento orgasmo acompañado de jadeos. Sin decir nada abandonaron la pista. Nosotros continuamos bailando.
El segundo gin-tónic nos lo sirvieron en vasos de plástico. Con ellos fuimos a la piscina. Desnudos y cubiertos por dos amplias toallas nos sentamos, mejor dicho, tumbamos en una de las esquinas de aquella gran cama rectangular. La luz, brillante y lejana, el entorno cálido y las siluetas de algunas parejas retozando en el agua nos hicieron sentir como solitarios náufragos en una playa desierta. En un escarceo de lo mas exhibicionista unimos los cuerpos, nos besamos, acariciamos, excitamos. Las camareras pasaban esporádicamente con bebidas y algunas siluetas se movían acercándose o alejándose, todo nos daba lo mismo. Rodamos abrazados y libres hasta tropezar, sin saber como, con otra pareja. Con lo grande que era la cama los amigos de la “ Sala Oscura “ habían extendido sus toallas justo a nuestro lado y venían dispuestos a continuar lo empezado.
Nada nos importaba. Los cuatro desnuditos, amándonos de dos en dos y con otros dos con quienes gozar. Tenía la lengua sobre el clítoris excitado de Sonia y mi miembro erecto cuando al levantar la vista contemple como, tanto el como ella se dedicaban a magrearle los pechos, a acariciárselos, a besárselos. Me desconecte del cuarteto y me centre en la damita que ahora me obsequiaba su culo y su vagina para que hiciese allí mi campo de batalla. Ellos, por su parte utilizaban el cuerpo de Sonia como juguete sexual. Curiosamente el pene del joven seguía caído, pero en oposición el coño de su chica era un gran charco donde se perdían mis dedos. Se corrió la primera, un grito y una cascada de espasmos dieron fin a la excitación de su deseo. Sin decir nada se marcharon. Sonia se colocó de rodillas y la penetre desde atrás mientras chupaba mis dedos. Asi explotamos cayendo rendidos sobre la blanca colchoneta que ejercía de cama.
El descanso duro poco. Sonia aun estaba caliente y me pidió que siguiera acariciándola. Se acostó boca arriba y mi lengua fue recorriendo su figura, le erecto los pezones, bebió el flujo de su orgasmo. Mi sexo se empalmó de nuevo. En ello estábamos cuando una sombra se acercó. Un joven desnudo me pidió permiso para participar en el trío. Se lo di. Cada uno y en rotación fuimos recreándonos con aquel cuerpo fundido a nuestras caricias.
.- ¿Te acuerdas, Sonia?, ¿Qué sentías entonces?, nunca lo dijiste. ¿Tenías conciencia que estabas con dos hombres?
Yo de cintura hacía arriba y el de ahí para abajo, luego, al revés. Yo por un lateral, el por el otro. Yo la penetré y él juguetea con sus tetas. Nos corrimos, y él desaparece. El final perfecto, nunca comentado, jamás hablado.
Una ducha bajo la atenta mirada de uno de los usuarios que se recreaba viendo el suave bailoteo de los pechitos de Sonia y otra copa antes de regresar a la “Sala Oscura“. Era muy tarde y nadie nos acompaño. Otro taxi y a casa a dormir en una autentica cama.
Una semana después partimos hacía Nueva York y de ahí hasta San José. De nuevo le invadió la frialdad, la sequedad, el cansancio. Han pasado años y aquella atípica experiencia nunca la comentó. Estoy seguro que viviste momentos indecibles, que sentiste y gozases como nunca, que te introdujiste en un mundo de sexo y lujo solo atisbado en algún tipo de revistas. Un día te insinué que en Costa Rica existía un hotel donde podríamos repetir lo hecho en Madrid pero entonces eras otra persona y no considerantes mi idea.
Recuerdas Sonia lo que experimentamos aquel mes de Octubre del año 2000. Visualizas el Garden Prive. Añoras los toqueteos en la “Sala Oscura”, nuestra apertura sexual ante una pareja desconocida y anónima, la posterior oferta de tu cuerpo, tus pechos preferentemente, a sus desmanes lujuriosos. Sientes aun las caricias de dos pares de manos sobre tu piel, de una veintena de dedos invadiendo tu intimidad. Percibes mi boca en tus labios y la de otro hombre en tu clítoris. ¿Volverías hacerlo?.
Fue, antes de todo esto, en la sala de baile, la última vez que, de forma natural y violenta, se humedeció tu sexo y, pese a lo que ahora pienses, creo que sigues igual que entonces y que volverías, otra vez, a reeditar aquella noche en ese o en otro Disco Liberal.

miércoles, 13 de junio de 2007

DESPEDIDA AL DESNUDO

En Asturias, el tiempo es de lo mas confuso, por eso, el verano acaba de comenzar el 20 de Agosto. Tal vez fue el 14, cuando se celebró el XLVII Descenso Internacional del Navia, pero su apogeo se esta dando en estos dias, coincidiendo con la IV Travesía a Nado de la Playa de Candas. El haber participado en ambas pruebas y empezar de nuevo a escribir, o como dice mi actual heroína, a contar mi vida, ha hecho que desempolvase un montón de recortes, notas y fotos que tenia, no se si consciente o inconscientemente, olvidados en una serie de paquetes. Eran los postreros recuerdos de un largo periodo de mi vida, que un dia, muy malo para mi, alguien tuvo el mal gusto de destruir, de borrarlo mediante un contundente : “ Vete “.
Allí estaba todo. Del batiburrillo de nostalgias surgieron las fotos, las que te hice, las que nunca pasaron a engrosar tus álbumes, las que dormían el sueño de los justos en una triste caja de cartón. Fue en Rancho Río Perlas, ¿Te acuerdas?. Yo si.
Nuestro ultimo viaje, el dia de mi 59 cumpleaños, por una deferencia de tu parte, pasamos el fin de semana en ese hotel recién inaugurado de la Cadena Barceló, muy cerca del pueblo de Orosi. Todo encajaba como en un puzzle maldito. Allí me llevaste, cuando casi ni nos conocíamos, el primer domingo que salimos juntos.
Había cambiado mucho desde entonces. Las lluvias torrenciales, los deslizamientos y el desbordamiento del río, cubrían las calles de un manto arcilloso dándoles una coloración rojiza en contraste con el verdor de la exuberante vegetación. Solo la Iglesia, la primera construida por los españoles en Costa Rica, se mantenía intacta, festoneada, eso si, por ríos de barro.
El camino hasta el hotel se ceñía al cauce del Perlas resaltando la variedad y frescura del bosque tropical. En estos momentos, al recordarlo, no añoro los años que allí viví, ni las experiencias por las que pase y si esos paisajes, los silencios del bosque, las orquídeas, el canto de los pájaros. Entonces no era consciente que me dejarías, que habías decidido sacarme de tu vida para siempre. Solo pensaba en disfrutar contigo y de repetir esa experiencia otras muchas veces.
El lugar era de ensueño. En su parte baja una treintena de cabinas se acoplaban al río; en lo alto, el restaurante, el SPA, y las piscinas termales, se entremezclaban con un bosque cuidado , salpicado de cientos de flores. Paseamos entre una telaraña de caminos, cruzamos el río, robamos algunas orquídeas y reservamos la sauna para por la tarde. Todo iba a ser como siempre, era uno mas de los muchos viajes de placer y sexo que a lo largo de los años disfrutamos por todo el País.
El almuerzo, los vinitos y el sol preludiaron una siesta tranquila, sudorosa y con un sexo activo, ausente entre nosotros desde hacía muchos meses. Lo iniciamos con un cúmulo de besos, a horcajadas sobre uno de los sillones del cuarto; tu de espaldas al ventanal de la entrada y yo frente observando el camino central del Rancho. Iba desnudándote, acariciándote, arrastrándote hacia la cama. Sobre ella el juego continuo, mis labios recorrieron tu cuerpo hasta caer en la fuente de Jade y retornar de ahí hacía la boca.
.- Hoy si quiero, repetía abriendo los ojos, escudriñando, a través de la ventana, si algún paseante curioso observaba lo que se realizaba en el interior. Quiero que alguien nos vea, lo deseo mucho, susurrabas al explotar en una cascada de orgasmos. Tras la lucha caímos sobre las sabanas cubiertos por un sol vespertino que, con cierto pudor, se filtraba entre lo visillos.
Despertamos cubiertos de sudor . Con la sola protección de dos pareos nos dirigimos al SPA, íbamos a recibir el tratamiento de sauna y masaje reservado con anterioridad.
Igual que en ocasiones anteriores las instalaciones estaban desiertas. Una señorita nos las fue mostrando, explicando la utilidad de cada una : saunas, piletas de barros, zona de relax, de masajes, jacuzzi, todo rodeado por una treintena de jaulas donde volaban cientos de pajarillos, para comunicarnos finalmente que nuestra cabina era la Nº 1 . A lo largo de los años habíamos tomado innumerables saunas, asi que una vez cerrada la puerta nos desnudamos por completo. Tu te tumbaste boca abajo en la bancada inferior y yo me senté al lado empezando a gozar de los beneficios del calor seco.

Oí abrirse la puerta y levante la cabeza. Tu, en cambio, ni te moviste. Uno de los jóvenes encargados se introdujo en el recinto y aunque sus ojos no se separaban del culito, de los pechos de Sonia, se dirigió a mi preguntándome si deseábamos un poco de agua fría, limonada o cualquier otro refresco. Pedí agua y se retiro. En apenas cinco minutos reapareció con una jarra y dos vasos . Igual que la primera vez entro sin anunciarse. Dejo la bandeja en el extremo del banco, lleno los vasos y nos los ofreció. Tomé el mío directamente pero Sonia tuvo que girarse y sentarse para apoderarse del suyo. Ahora sus tetitas, su coñito y el resto de su anatomía eran el centro de los ojos del joven camarero. La miraba y remiraba. Ella por su parte parecía ajena a esta exhibición de su cuerpo. No era así. Al desaparecer el muchachito pase mi mano por entre sus piernas y encontré su sexo húmedo excitado, ardiendo. Se lo fui acariciando hasta que su cuerpo empezó a vibrar como fase previa a un orgasmo en el que se conjugaron el impudor inicial con la masturbación final. Seguimos transpirando, salimos dos veces a ducharnos, recibimos una vez mas la visita del aguador y al final nos aposentamos en el área de relax.
Enfundados en dos batas de baño nos recostamos en las tumbonas y esperamos que nuestros cuerpos descansasen. Nos percatamos entonces que otra de las saunas estaba ocupada por una parejita. Eran mas recatados que nosotros ya que lucían sendos bañadores y no las correspondientes toallas. Salieron, nos saludaron y se recostaron. El silencio solo se rompía por el trinar de los pájaros; bueno por eso y por la voz de uno de los encargados que, dirigiéndose a chica, le dijo:.- Señorita, quiere ya su masaje?.Los tres se perdieron en el recinto correspondiente al tiempo que yo preguntaba al encargado si podría utilizar una camilla y darle un masaje a Sonia. No hubo problemas. El mismo joven de siempre nos acompaña y con igual desparpajo con el que antes entraba en la sauna, abrió la puerta de la Sala de Masajes y allí nos introdujo.
Cuatro mesas cubrían cada una de las paredes del recinto y en un pollete central se apilaban: toallas, toallitas, y aceites. En la mas alejada una masajista se inclinaba sobre la chica mientras su compañero leía algo tras unos biombos de separación. Nos colocamos en la camilla mas cercana. Sonia se acostó, boca abajo, y yo, sin mediar palabra, le despojé de la toalla. La tenía ante mi desnudita, con el culo en popa y las piernas abiertas. La compañera de al lado copio mi movimiento. Retiro lo que tapaba la espalda y glúteos de la chiquita dejándola, como Sonia, en cueros vivos. Iniciamos conjuntamente una serie de fricciones, amasamientos, vaciados y empujes, que se acercaban más a toqueteos sexuales que a cualquier técnica de relajación manual. De reojo podía ver la turbación de la chica, el aplomo de Sonia y la actitud del muchacho que, de pie, observaba los dos cuerpos tumbados sobre las camillas.
.- Date la vuelta, dije. Sonia, como un resorte se giro dejando sus tetas, sus piernas y su sexo a la vista del personal.
Mi homónima dijo lo mismo y, aunque con desgana, la chiquita se volvió.
Era una escena divina. Los grandes y blancos pechos de una competían con los menudos y morenos de la otra. Los pezones negros de Sonia y su coño rasurado se oponían a los botones rosados de la otra y su sexo tupido y ligeramente rubiáceo. A su compañero los ojos se le iban de un cuerpo al otro mientras que los dos sufridos masajistas seguían nuestro ímprobo trabajo y, al menos yo, notaba una humedad creciente en la entrepierna de Sonia.
Finalizamos a la vez. Ellos fueron mas rápidos y se despidieron. La magreé un poco mas bajo la ducha y enfundados en los pareos nos retiramos. Al salir el personal del SPA nos esperaba con una limonada fría y unas ganas enormes de entablar conversación. Creo que jamás habían tenido una pareja como la nuestra.
.- Regresaran mañana, preguntaron, y afirmándolo con la cabeza nos dirigimos a la cabaña.
Sonia parecía otra. No era la mujer que durante meses enfrió nuestra relación y si aquella otra que la inicio convirtiéndola en incendiaria. Su maleta, otras veces reducida, era un vestuario erótico e insinuante.
.- Que quieres que me ponga, dijo.
.- Lo que quieras pero sin ropa interior, contesté.
Ni comento mi deseo, simplemente, como al principio, lo llevó a cabo. Se arreglo con esmero. Ciño a su cintura una falda larga, muy ajustada, con una abertura lateral provocativa. La complemento con una especie de blusa de malla blanca de angorina bajo la cual, con atención y sabiéndolo, se vislumbraba claramente la aureola de sus pechos.
Cenamos, como dijo ella, “Excesivamente bien “, bebimos un rioja clarete de Marques de Cáceres , comentamos las crisis de la Municipalidad y nos reímos del desencanto de algunas de las parejas que nos rodeaban. Afortunadamente nuestros compañeros de SPA no aparecieron por el comedor . La postrera ginebra en la habitación , el vino de la cena y el calor de la sauna, hicieron que el sueño nos invadiera y la noche eliminase los problemas que durante meses nos habían enfrentado.
El “gallo pinto”, las frutas y el café negro del desayuno nos recargaron las pilas para poder gozar de nuevo de aquel ambiente paradisíaco. La piscina termal y los jacuzzis al aire libre, distribuidos entre las grandes manchas de vegetación, cubrieron parte de la mañana, el resto como habíamos previsto, lo pasamos en el SPA. Nos conocían y lo tenían todo preparado. La misma sauna del dia anterior, idéntica hospitalidad y de nuevo la intromisión del mozo de servicio que, cada cierto tiempo, entraba para ofrecernos bebidas y gozar con el cuerpo desnudo de Sonia. Observaba como ella, pienso que de forma consciente y malvada, cuando el entraba, se levantaba y le ofrecía el vaso para que se lo rellenase, moviendo sus tetitas, y culito sin pudor alguno, regalándoselos a los ojos como un manjar exquisito e inalcanzable. Yo disfrutaba sintiéndola deseada, notando la provocación de cada uno de sus actos, sobre todo cuando, en un alarde de descaro, le pidió que le extendiese aceite por la espalda, cintura y glúteos. Lo hizo casi temblando, retirándose a continuación dejándola sonriente y excitada.
El almuerzo se inició bien y termino fatal. Sin saber a ciencia cierta el porque, sin una causa real que lo justificase, empezó a llorar. Intente consolarla, abrazarla, secar sus lágrimas pero ella me lo impidió. Lloraba mansamente, como si algo se hubiese roto en su interior.
.- Vámonos, ya es tarde, dijo.
Mientras yo terminaba el equipaje, ella se ducho, secó y acicaló. Surgió desnuda, tentándome con su cuerpo..- No me toquesNo lo hice. Saque la máquina de fotos y empecé a retratarla. Lo había hecho muchas otras veces, últimamente nunca. Ahora, sin razón aparente, me dejaba hacer, se ofrecía a mi objetivo, posaba ante el con la gracia y el desparpajo de antaño.
Aquellas fotos, sus desnudos que entonces me ofreció, se desparraman ahora ante mis ojos. Debió ser, sin duda, su obsequio de despedida. Pocos días después me dijo que me fuese y no regresara nunca. Por un lado me dejaba su cuerpo y por otro mataba mi alma.
He destruido sus fotos, todas. He roto mas de 10 años de mi vida. Ha muerto mi corazón. Emulando a Neruda bien podría decir: “ Este será el ultimo cuento que te escriba, o mas bien, que escriba de nosotros, de nuestras vivencias, nuestros pecados, nuestras transgresiones, nuestra sexualidad lujuriosa, nuestro amor.” Es el fin de la serie “ FANTASIAS EROTICAS “ que inicie cuando te vi, por primera vez, desnuda y cubierta de barro volcánico un día lejano de hace ya muchos años.

PREAMBULO

Hace 17 años empece a trabajar en Centroamerica. El 10 de Abril de 1991, tras el intento de suicidio de un estudiante sueco de intercambio, pase noche con la musa de estos cuentos. Al dejar el Pais empece a escribir estas fantasías que acabaron el 23 de Junio del 2004. La musa, ese día, me sustituyo por alguien mas joven, mas sobrio, mas guapo y mas rubio que yo. En vez de romperlas voy a ir escribiendolas, en orden inverso al ocurrido, con la ingenua esperanza que al llegar al final, me encuentre en el principio.
Debo aclarar, para aquellos lectores demasiado crédulos, que todo lo aquí escrito es fruto de mi lujuriosa imaginacion, que tanto las personas, como los nombres y las situaciones son hijos de mi fantasía, eso si algunos lugares existen en la relidad y solo son el complemento perfecto para lo que este mal escritor soño vivir en ellos .
Hubiese sido bonito, como dijo un gran escritor que, "En esta vida, todo lo imaginado puede ser pensado y todo lo pensado puede ser realizado" , pero en mi caso, alevin de escritor, no fue verdad, solo fantasia .....pero erótica .