sábado, 30 de abril de 2011

LLAMADA INTERNACIONAL

José Luis
Puntualmente mi cerebro responde a mis instintos. Son las seis de la mañana del primer sábado de Febrero y aun reina una total oscuridad en el exterior. Me revuelvo en la cama, estoy desnudo, caliente, abrazado a mi almohada. Doy varias vueltas mientras se borran de mis ojos los últimos vestigios del sueño. Enciendo la lámpara de la mesilla y un chorro de luz ilumina sus fotos. Tres retratos me sonríen, me observan. Los tome en una playa, en el cuarto de baño y en la terraza, en todos aparece desnuda: los pechos al aire, la boca entreabierta, los ojos risueños, los pezones grandes y negros. Un pañuelo en una, un sombrero en otra y una toalla en la última, adornan su cabeza. Me siento en la cama. Mi mano acaricia mi sexo, lo frota, hace que tome vida, que gane grosor, turgencia. En San José serán las 11 de la noche del viernes y Sonia estará en la cama, desnuda, jugueteando con su clítoris. Marco...07-506-225..., un solo timbrazo.... su voz.
.- Mi vida, ¿como estas?
.- Muy bien, y ¿tu?
.- Esperando la llamada, un poquito dormida.
Mientras hablamos de nosotros, de nuestra vida, de lo que haríamos y de lo que hacemos, me voy excitando. Mis dedos se aferran a mi pene, lo friccionan, acarician mi culito, mis ojos se ceban en sus pechos.
.- ¿Que haces?
.- Acariciarme, pensar que eres tu quien recorre mi cuerpo.
.- Yo hago lo mismo, me toco, me excito para ti.
.- Me estoy metiendo los dedos en la vagina, en el culo. Estoy muy mojada. Ahora me llevo los dedos a la boca, son como si fuera tu pi-pi, como si te lo estuviera chupando, siento su sabor.... Me estoy tocando el clítoris, estoy empapada..., pienso que me penetras..., que te chupo..., que cubres todos mis huequitos....
.- Mi vida, yo también estoy nerviosismo, me ensalivo la mano, la paso por mi pene, como si fuera tu boca..., la subo, la bajo sobre él, es para ti, esta como a ti te gusta.
.- Me estoy tocando las tetitas, me pellizco los pezones, están duros....Necesito algo entre las piernas, en mi vagina, en mi boca.... Quiero tu sexo en mi coño, entre mis dientes, lo quiero todo a la vez.
.- Acabo de meterme el dedo en el culo. Quiero que me lo chupes, quiero chupar tu vagina.
. - Estoy encima de la cama, desnudita para ti, tocándome toda, a punto de correrme, estoy muy húmeda, deseo que me veas, que alguien vea como me estoy masturbando.
.- Si, mi vida, yo también estoy como tu y deseo que me mires, que veas como me hago cariñitos.
.- Piensa que me están viendo, que a mi alrededor hay gente y ven como me masturbo hablando contigo por teléfono, me ven sin poderme tocar, como si estuviera en un escenario, como si detrás de los cristales del dormitorio los ojos de mis amigos me mirasen. Me voy a correr.
.- Yo también, mi vida, ya, ya..., me estoy corriendo, restriego mi semen por mi cuerpo, por mi barriguita..., me chupo los dedos.
.- Y yo, mi amor, me corro, me corro para ti, me deshago.... Te adoro. ....... . ¿Como estas?
.- Muy bien, ¿y tú?
.- También. Duérmete muy rico.
.- Tú, sueña conmigo, con el amor que hemos hecho, con todo lo que gozamos.
.- Chiao
.- Chiao
Apago la luz y me duermo
Hace sol, estamos tumbados en la cama, desnudos, solos, sin nada que hacer. Llaman al teléfono y lo coge ella. No se quien es ni que quiere. Yo deseo, de pronto, jugar con su cuerpo, excitarla mientras habla .Esta sentada dándome la espalda. La abrazo, le cubro los pechos con las manos, le acaricio los pezones. Hace un movimiento para evitarme pero yo sigo. La quiero masturbar mientras habla, la quiero poseer, deseo oírla hablar mientras ambos nos corremos. La tumbo. Mi lengua recorre su cuerpo, degusta su clítoris.
.- Si, bueno, ya lo veré.... Déjame dice bajito mientras mis dedos se hunden en su vagina.
.- No, digo, voy a masturbarte.
Se deja. Abre las piernas y mi lengua absorbe de nuevo el jugo de su sexo. Esta húmeda, muy húmeda.
.- Mañana te lo daré, susurra al auricular.
Mis dedos entran, a la vez, en su coño y en su culo, los friccionan, siento el temblor de su cuerpo.
.- Te llamaré, te llamaré luego....
Su voz es un murmullo mientras un chorro de líquido discurre por mi boca. Cuelga y cierra sus piernas sobre mi cabeza.
.- Eres muy malo, muy perverso.
.- Tu eres maravillosa, mucho mas que Boo Derek cuando hacía lo mismo en la película: "10 La mujer perfecta", ella no se corría tan rico como tu, le digo.
No se con quien hablaba. Nos dormimos de nuevo.
Amanece. El sol empieza a iluminar la habitación, miro sus fotos y sonrió, se que ella, muy lejos, en su cama, hará lo mismo.
Sonia
Hace más de una hora que ha amanecido. Cualquier otro día estaría levantada preparando el desayuno, pero hoy es domingo y puedo "perecear" lo que quiera. Las siete y media, en Madrid serán la catorce treinta, habrá pasado ya casi medio día. Me arrebujó entre las sábanas. Estoy desnuda, soñolienta, sin ganas de hacer nada. Me acaricio el sexo y lo noto seco, como siempre a estas horas, como si le costase también empezar a sentir. José Luis habrá terminado de comer, habrá recogido los platos, la cocina, estará a punto de irse a dormir la siesta, esperará mi llamada. Marco: 0034 - 8 -223... .
.- Hola vida, ¿como estas. Aquí hace muy buen día, he ido a nadar por la mañana, he almorzado y ahora estaba en la cama.
.- Dormidita, aun estoy muy dormidita.
.- Y también desnudita.
.- Si, desnudita para "vos".
.- No tonta, para los dos, yo también estoy "chinguito" para que me comas.
.- Si mi vida, como todas las mañanas, tu tan activo y yo tan seca.
.- Ya te mojaras, mi vida, chúpame mucho.
.- Si mi amor, siente como mi boca te ensaliva para que puedas penetrarme.
.- Estoy muy excitado.
.- Angelito, quiero que te corras, mira mis fotos, piensa que te estoy chupando, que me estoy metiendo los deditos en la vagina, que luego me masturbaré en la ducha pensando en ti, tu córrete ahora muy rico, hazte muchos cariñitos, piensa que veo como te tocas, que te estoy fotografiando, que estoy ante ti para beberme tu semen.
.-Si, si,..., estas aquí, me estas viendo, me voy a correr..., me estoy corriendo....
.- Si, así, muy rico, todo para mi. Duérmete, sueña conmigo.... Chiao.
Empiezo a despejarme. Estoy febril. Salgo de la cama, me enfundo en una camiseta y voy a la cocina a preparar el café. Ayer salieron todos de casa, tengo toda la mañana para mí, para mis "matas", para mis orquídeas, para él. Desayuno. Lleno la bañera. Pongo aceite, esencia. El agua esta tibia, la espuma cubre mi cuerpo, mi cabeza descansa sobre el borde, me dejo ir, me relajo, empiezo a acariciarme. Mis pechos, mis pezones, mi clítoris.... Me adormezco, floto. Quito el tapón, la espuma se diluye, mi cuerpo aparece entre ella, cubierto por ella, oloroso, cálido. Dirijo hacia él el chorro de la ducha, al agua me acaricia, repiquetea en mi piel. Abro las piernas. Cientos de gotas rompen contra mi sexo, excitan mi clítoris. Estoy tumbada uso la ducha como un vibrador enorme. Siento mi humedad interior. No me toco, solo el agua tibia golpea mi coño, lo activa, abro mas las piernas el agua me excita, el placer me inunda, tiemblo, me corro dulcemente. Quedo sobre la bañera. El sol entra por la claraboya y me siento invadida de quietud.
Sigo ardiendo. Vestida con una camiseta, sin bragas ni sujetador, tentando al destino que, con un golpe de aire o con un movimiento brusco, pueda dejar al descubierto mi culito, salgo al jardín. Barro las hojas caídas, ordeno los tiestos, riego el césped, saco a la calle la basura, por último, me centro en las orquídeas. Debo "chinearlas", enseguida empezaran a florecer. Las abono, las fumigo con insecticida. Noto, al agacharme, como el sol calienta mis piernas, mis pantorrillas, el comienzo de los glúteos, sin duda la camiseta apenas si los tapa. No me importa, no hay nadie que pueda verme. Me estiro para regar las "matas" mas elevadas y compruebo que, efectivamente, mis nalguitas quedan al aire.
.- Buenos días, D.ª Sonia.
Giro y veo a mi espalda al jardinero. Es imprevisible. Cuando lo necesito no aparece y cuando deseo estar sola surge como por encanto.
.- Buenos días, respondo con desgana.
.- Pasaba por aquí y al verla trabajar pensé que tal vez podría necesitarme. Si quiere puedo empezar a cortarle el "zacate" y mañana se lo termino.
Lo normal es que al cruzar ante la puerta viera parte de mi culito, y ante tal visión se ofreciera gentilmente a ayudarme.
.- Bueno, pase, rastrille el jardín y saque la maleza, le digo.
Pensé que la eventual contemplación de mi cuerpo no le vendría mal a sus años. Pobre, después de tanto tiempo, un buen día tenía la posibilidad de ver a la señora de la casa medio vestida o mejor dicho, medio desnuda, porque no darle esta satisfacción. A mi, solo la idea que en un mal movimiento pudiera verme el trasero, ya me excitaba. En ese momento pienso enseñárselo, pero, como si no me diese cuenta.
Entro en casa, pongo dos tazas de café, le ofrezco una, lo dejo entre los arbustos rastrillando y vuelvo a centrarme en las orquídeas. Estoy indecisa. No sé si me mira o no, si rastrilla hacia mi o de espaldas a mi. Siento mi cuerpo desnudo bajo la camiseta, el aire fresco entre mis piernas. Quiero y no quiero estirarme para regar las "matas " mas elevadas. Se que si lo hago parte de mí quedará al descubierto, que mi culito será perfectamente visible. Varias veces inicio la elevación de mis brazos y varias veces me detengo. ¿Que dirá? ¿Que pensará? Me decido. Estiro las manos hacia arriba y la camiseta se levanta automáticamente. ¿Estará mirando? ¿Me verá? Me mantengo así unos segundos yluego vuelvo a mi posición normal. Me giro y lo veo de espaldas. ¿Me habrá visto? No parece alterado. Vuelvo a las orquídeas. Me agacho y de nuevo mi culito queda al descubierto. No me importa. Durante casi una hora me dedico a las flores y durante ese mismo tiempo trece o catorce veces noto que mis nalguitas son claramente visibles o sea que estoy, como quien dice, desnuda de cintura para bajo. Al terminar me dirijo a él.
.- Cuanto le debo, le digo, es tarde y hay que irse a almorzar.
.- Nada, nada, D.ª Sonia, he estado encantado ayudándola.
Esta nervioso, acalorado, torpe. Sin duda mis encantos le han alterado. Efectivamente, durante la última hora no ha hecho otra cosa que recrearse conmigo.
Me gustaría hablar con José Luis, estoy húmeda y necesito su voz para volver a masturbarme. Me desnudo y me tumbo en la cama. Suena el teléfono, lo cojo instintivamente.
.- Diga.
.-¿ Sonia? Soy Marta.
Vaya por Dios, pienso, quien menos necesitaba.
.- No te molesto, verdad.
.- No, no, que quieres.
Empiezo a acariciarme mientras ella habla de su casa, de Nidia, de sus hijos, del tiempo. Me masturbo oyendo su voz, escuchándola como si fuera un observador anónimo. Mi clítoris responde al instante, mi vagina se humedece permitiendo que la invada. Me pellizco los pezones, chupo mis dedos, oigo voz lejana y siento como mi cuerpo se enerva, se sacude de placer. Hubiera deseado tener un vibrador e introducírmelo entre las piernas, besarlo, metérmelo por el culo, sentir en el los espasmos de mi esfínter. Me corro violentamente.
.- Bueno Sonia, estas de acuerdo, quedamos mañana.
.- Si Marta, hasta mañana.
Cuelgo. No se de que hemos hablado pero estoy bien, muy bien. Me duermo al instante.
Nos separan casi 13.000 Km., vivimos horarios diferentes, climatologías distintas y sin embargo, seguimos amándonos. Intentamos gozar a distancia, recrearnos con nuestra voz, con nuestros cuerpos, con nuestras vivencias compartidas. Gozamos con un sexo frío, en el que, para ser real, solo falta el contacto. Es autentica la sincronización de nuestras mentes, los espasmos de placer, el cansancio, el clímax, pero,... falta algo : unos labios bebiendo en otros labios, un sexo entrando en el otro, un roce de cuerpos, un sudor, una humedad..- Hola, como estas?.- Muy bien, y tú?” Es el preludio de un momento de amor, el afrodisíaco que enciende nuestras mentes, la chispa que nos mantiene vivos, haciéndonos pensar en algo que se hará realidad cuando nos fundamos en un solo ser, cuando la carne del uno invada la del otro, cuando las palabras ya no sean necesarias y los hechos ocupen todo nuestro espacio vital.
                                                          

sábado, 23 de abril de 2011

EL REGALO DE HULDA

Soy una mujer detallista, siempre lo he sido. Pese a que mi familia considera el regalo solo como una obligación social conectada invariablemente a ciertos días fijos del calendario, para mí, desde muy niña, fue algo diferente, fue una manifestación de cariño, un acto de gratitud, amor o recuerdo. Hoy, pasados los años, aquella actitud infantil se ha acrecentado, puede decirse que, en mi fuero interno, la he institucionalizado
Hay regalos, como los que me hacía de niña mi madre, que están ligados a fechas concretas: cumpleaños, santos, aniversarios, fiestas religiosas, otros, a sentimientos y algunos a deberes. Hay, por otro lado, dentro del gran abanico de obsequios, los que tienden a cubrir una necesidad. Quien no ha regalado un pequeño electrodoméstico o una prenda de vestir. Otros, complementan los sentimientos hacia amigos, parientes o seres queridos y por último, algunos se sitúan en el marco puramente humano de las relaciones laborales. Es el pequeño recuerdo, el detalle sin valor.
Finalmente, desde mi modesto punto de vista, hay regalos útiles y regalos inútiles pero bellos. Estos últimos están, por lo general, unidos al amor. Hay obsequios que se dan para el goce de dos personas y que normalmente nadie los contemplará. Son aquellos como el picardías diminuto y transparente, las braguitas sexys, minúsculas y con puntillas o las batas de seda vaporosas y traslucidas, que recibimos las mujeres para el disfrute del hombre que nos las regala, pero que desearíamos, en muchas ocasiones, poderlas lucir en sociedad.
Cuantas veces he deseado, como se ve en las películas, desayunar en un hotel cubierta exclusivamente con ese leve batín semitransparente que todo lo muestra y todo lo tapa, o recibir al botones o al servicio ataviada con el grácil picardías que realza al máximo mis encantos naturales. Son aquellos bellos regalos que siempre se mantienen guardados, que se utilizan una o dos veces en la vida y que solo sirven para crear a su alrededor ilusiones y deseos imposibles.
Las Navidades son fechas ideales para poder practicar el hermoso deporte del regalo. Yo, como la madre de un amigo mío, estoy más atenta a lo que he de entregar que a lo que voy a recibir. Paso el mes anterior evaluando lo más idóneo para cada persona, comprándolo, empaquetándolo con esmero, escribiendo notas cariñosas. Mas tarde, cuando recibo los míos, apenas si los miro, los agradezco y almaceno, para, días mas tarde, olvidarme de ellos. Lo mío, en aquellos momentos, es analizar las reacciones de los agasajados, sentir que he acertado, comprobar que cada cual ha recibido, en mi opinión, lo que más le sugestiona.
"De parte de Hulda", dijo mi hija entregándome un pequeño paquete y una tarjeta, muchos días después de Navidad. Lo abrí y, para mi sorpresa y la de ella, unas mallas negras y un par de ligueros rojos surgieron entre los pliegues del envoltorio. “Que los disfrutes y que seas muy feliz en 1995" rezaba la tarjeta en la que un orondo Papa Noel surcaba los cielos nórdicos en un trineo arrastrado por alces. “Que cosas tiene Hulda" comente con mi hija intentando explicarle la utilidad de tan atrevido regalo. Era uno de aquellos presentes bellos e inútiles impropios de ser lucidos en público por muy hermosos y sugerentes que fueran. Rehice el paquete y lo guarde en el armario. "Algún día, como dice Hulda, tal vez lo disfrute" comente para mi.
Por primera vez en mi vida iba hacer un largo viaje sin apenas equipaje. Después de muchísimos años había decidido comprarme en España todo mi vestuario aprovechando las grandes rebajas que allí se promueven en verano. Salvo algo de ropa interior, tres blusas, una falda y un par de pantaloncillos, la maleta aparecía como mi nevera a finales de mes: totalmente vacía. Fue entonces y casi por azar cuando observe aquel lejano regalo de Hulda e instintivamente lo coloque en mi equipaje junto a algunos presentes útiles: café, semillas de marañón, una pantaloneta de deportes, colonia; e inútiles: un trípode para fotos, unos abrecartas y dos rascadores. Así, unas mallas y un trípode cruzaron el Atlántico desde San José a Oviedo. También, como suele ocurrir con este tipo de regalos, pasaron los primeros 15 días de mi estancia en Asturias olvidados en uno de los armarios de casa.
Ayer, con tristeza y un poquito de enfado, celebramos o mejor dicho, certificamos nuestra despedida. Faltaban poco para mi partida y decidimos ofrecernos una cena regada con cava, en la que, a la luz de las velas, el salmón, el caviar y los langostinos, fueran nuestros únicos invitados. Las frías burbujas disiparon nuestra melancolía. Comíamos, hablábamos, brindábamos y preparábamos el próximo encuentro.
“Hagámonos fotos y de paso estrenas el trípode que te regale, pues da la impresión de no haberte gustado nada", comente. Mientras abría la segunda botella José Luis cargo las cámaras, armo el trípode y lo coloco en uno de extremos de la estancia de modo que el campo visual del objetivo abarcase la totalidad del recinto en el que nos encontrábamos.

Juntos, comiendo, bebiendo, brindando. Con inusitada precisión la máquina, como un fotógrafo frío, impersonal y silencioso, nos iba inmortalizando. De las tomas iniciales, reflejo continuado de una celebración, pasamos a otra mas íntimas, menos recatadas. Nadie podía evitar que nos besáramos, nos acariciáramos y que la cámara, fiel testigo de todo, lo fuera perpetuando. Siempre he dicho que el sentirse observado por la lente de un objetivo, es algo que activa la sexualidad, mas aun, cuando no hay nadie en el entorno que nos intimide o coarte. Así los besos fueron mas cálidos y osados, las caricias mas íntimas, los pudores desaparecieron. Mis pechos afloraron bajo la blusa, luego esta desapareció a la par que la camisa y los pantalones de José Luis. El clic repetido de la máquina y los destellos azulados de los flases inmortalizaron sus labios en mis pechos, mi boca sobre su sexo endurecido y vibrante, nuestros cuerpos desnudos entrelazados por la pasión y la excitación del momento. Estas tomas, captadas al calor del cava y en base a un regalo aparentemente inútil y deseado, nos excitaron al máximo. “Ponte las mallas que te regalo Hulda" dijo José Luis queriendo recrearse con adornos atípicos y sugerentes.
Me enfunde en aquellos leotardos negros, ceñí sobre los muslos los ligueros rojos y medio me cubrí los pechos con un deshabille de seda negro semitransparente. Luego me recosté sobre el sofá, me aposente sobre los sillones isabelinos del salón, pose vestida exclusivamente con las mallas: de frente, boca abajo, recostada. Veía los destellos de la cámara y mi libido crecía. Fue una noche memorable, maravillosa e irrepetible. Impresionamos los tres carretes que teníamos y, olvidándonos del trípode, la ropa, el cava y la comida, terminamos nuestra pequeña orgía de sexo sobre la cama.
Hoy, pasados los días, tengo las fotos en mis manos. Es una serie que va desde lo recatado del principio de la cena hasta los desnudos eróticos sobre la cama, pasando por semidesnudos enmarcados en ambientes mas propios de una película de Emmanuel que de una apacible velada en Oviedo. De entre todas entresaco las que aparezco con las mallas que Hulda me regalo y que pensé que nunca utilizaría. Son ocho magnificas tomas. Unas pudorosas, otras cargadas de erotismo, algunas rayando lo pornográfico. En las primeras cubro mis pechos con el deshabille de seda negro, en las siguientes tal prenda ha desaparecido y los muestro libres contrastando mis negros pezones con el rojo vivo de los ligueros. En algunas mi pubis medio asoma entre mis piernas y en otras es mi culito quien muestra su redondez y dureza. La inexistencia de las bragas bajo los mallas hace que mis formas, mas que imaginarse, se aprecien en su autentica dimensión; sin lugar a dudas me gustan. Las contemplo y me acuerdo de la nota de Hulda: " Que las disfrutes". Ahora la comprendo. Parece mentira. Da la impresión que sabía lo que terminaríamos haciendo, como las utilizaríamos y como gozaríamos con ellas. Por mi mente cruza la idea de enviárselas, de agradecerles, con las fotos, el regalo, de hacerle saber que acertó con plenamente.
Hulda, la buena de Hulda. Se alegrará de verlas o se escandalizará. Se las enviaré todas o solo aquellas en las que aparezco correctamente vestida. Bien pensado ella me ha visto desnuda en múltiples ocasiones, hemos dormido juntas, utilizado a veces el mismo baño, tomado saunas, solas y en compañía, conoce mis amores, mis romances, mis gustos, mi cuerpo. Es nórdica y no tiene perjuicios. Voy a enviárselas todas. Que me observe así, vistiendo su hermoso regalo, como deseé que me viera cuando me las tomé. Tal vez se anime algún día y nos tomemos otra serie las dos juntas luciendo idénticos atuendos y riéndonos de nuestros cuerpos ajados. ¿Habrá querido con su regalo incitarme a ello?
Pienso que, con el tiempo, sería excitante que ella participase en una sesión como la que José Luis y yo tuvimos. Entonces todos podríamos ser a la vez fotógrafos y modelos. Con ella como compañera, José Luis y yo tendríamos a alguien que nos plasmase haciendo el amor, gozando, penetrándonos, corriéndonos de gusto. Creo que Hulda participaría encantada. Sin duda al comprarme el regalo y al escribir la nota lo pensó, lo idealizó, lo imaginó, lo deseó.
Se las remitiré todas. Las decentes, las eróticas y las pornográficas. Irán con un mensaje subliminal de invitación a que participe con nosotros en el juego perverso del erotismo. “Querida Hulda, le escribiré, te agradezco el regalo de Navidad. Admira lo bien que me queda e imagina, por las fotos, lo que hemos gozado. Fue, tal como decías, algo maravilloso. Quiero pensar que tú también has tenido idénticas experiencias y esperamos, José Luis y yo, que algún día podamos disfrutarlas en unión. Ambos te enviamos muchísimos recuerdos y confiamos vernos pronto bien en tu país, en Oviedo o en Costa Rica. Guarda para nosotras el secreto."
Mañana le enviaré las fotos con la carta y dejaré España. Estos 15 días han quedado en el recuerdo, en las fotos y en muchas noches de amor. Aquel regalo bello pero inútil, regresa conmigo. El trípode, desencadenante de la noche de placer, queda en Oviedo. El testimonio de lo vivido vuela hacia Suecia. La ilusión de una nueva aventura prohibida y erótica salió de Asturias vía Copenhague con destino último en San José. Durante meses esperaré noticias de mi amiga y sobre todo aguardaré con ansias el nuevo regalo que sin duda me enviara para las Navidades de 1995.

miércoles, 6 de abril de 2011

NO ME ARREPIENTO

De nuevo vuelvo a estar sobre la arena negra de la playa de "Sablon de Bayas". Otra vez el sol acaricia mi cuerpo en esta zona nudista de la costa asturiana. Tumbada boca abajo contemplo el ambiente apacible que me rodea y espero que José Luis, de rodillas a mi lado, empiece a distribuirme crema solar por la espalda. Hace apenas unos minutos yo misma la extendí por los brazos, las piernas, el pecho, el estómago. He sentido idéntico gusto que hace un año al ir desnudándome en publico, al ordenar luego la ropa, al sentarme en la arena y aplicar en mi cuerpo la leche bronceadora. Ahora aguardo con impaciencia que él me la de por detrás. Se, pues lo hemos hablado muchas veces, que al hacerlo jugara con mi cuerpo, que sus manos serán instrumentos de placer. Siento una agradable contracción en la boca del estómago e instintivamente separo las piernas. Espero, mientras contemplo el sexo flácido de un hombre situado a pocos metros de mí y la escasa mata de pelo púbico de la mujer que le acompaña, que empiece. Ambos están tumbados exponiendo a mi mirada sus dormidos atributos sexuales.
Un reguero de crema se extiende por mi espalda, su frío contacto estimula mi epidermis. La siento descender sobre mi cintura, mis glúteos, mis muslos. Cierro los ojos cuando un nuevo chorro me cae, de improviso, sobre el ano. Lo esperaba. Quería que allí, sobre todo allí, fuera la crema. Mi trasero se rellena de una sustancia gelatinosa, tibia y resbaladiza que fluye hacia mi sexo empapándolo, lubrificándolo. Abro más las piernas, elevo el culito y me relajo.
Sus manos me masajean distribuyéndola homogéneamente; bajan desde el cuello hasta los pies, por un lateral, por el otro. Las siento por el interior de los muslos, sobre los glúteos, se mueven con suavidad sobre mi cuerpo. Mi estómago sigue en tensión. Lo que debería ser un acto mecánico e impersonal no lo es, pero desconozco cuando se desencadenará. Vuelvo a elevar mi culo, tapizado aun por esa capa de crema blanquecina y me acomodo las manos bajo la barbilla. Contemplo el sexo de la mujer ligeramente abierto, veo su raja vaginal apenas encubierta, su clítoris abultado. Me excito. Las manos ascienden por mis piernas; una rodea un glúteo y se apoya sobre el coxis, la otra, me abandona. Se que esta sobre mi, me esponjo. Baja de repente hacia mi sexo, lo acaricia, sube hasta mi ano. Noto la suave sensación de la crema, los dedos friccionando mi negra cavidad. Miro su sexo, esta ligeramente empalmado. Nadie nos mira. Cierro los ojos cuando un dedo se hunde en la profundidad de mí ser. Me esta sodomizando en publico, como yo quería, como deseaba. Su índice entra y sale de mí con mimo. Mi vagina se inunda de líquidos y empiezo a jadear. Abro mas las piernas, quiero sentirme invadida por completo. Uno en el culo, dos en la vagina y el meñique sobre el clítoris. Su mano armoniosamente me masturba bajo el sol.

Abro los ojos. Veo el mar, la arena, los bañistas paseando a lo lejos. La pareja próxima a nosotros esta ahora boca abajo mostrándome la redondez de sus culos. José Luis sigue entrando y saliendo de mi cuerpo. Sus falanges me perforan llevándome hasta un estado de felicidad física absoluta. Jadeo..., me corro. Una serie de espasmos agitan mis piernas. Noto las palpitaciones de mi ano y mi vagina sobre esos dedos que, poco a poco, abandonan la gruta dorada. "Gracias" susurro. Al hacerlo veo su pene pidiéndome ser devorado pero sabiendo que esa posibilidad, allí, es imposible. Le miro levantarse y dirigirse al mar a refrescarse. Una apacible relajación me invade. Duermo al amparo del sol, bajo su calor protector. Siento entre las piernas la humedad gratificante de mi sexo. Mi estómago esta completamente relajado.
Lo que ayer le propuse en la playa, lo va ha ejecutar. Cuando sobre la arena sentí sus dedos en mi cuerpo pensé en mi aseo personal matutino, en como me recorte los pelitos del pubis y en la idea de afeitármelos, mejor dicho, de que el me los afeitara al igual que se afeita la barba. Entonces se lo pedí y ahora lo va a efectuar.
Estoy desnuda, atada sobre la cama. Tengo los pies amarrados a las patas del somier, para mantener así mis piernas abiertas y las manos enlazadas al cabecero. Bajo mi cuerpo ha extendido la toalla y ha colocado en la mesilla de noche las tijeras, la rasuradora, la crema de afeitar, un cuenco con agua caliente y un frasquito de colonia. Le observo mientra se desnuda. Tiene el pene caído, pequeño. Esta nervioso. Entre mis piernas, contemplo la mata de pelo que me cubre el sexo, ese tapiz oscuro que dentro de poco habrá desaparecido.
Se acomoda a mi lado. Me acaricia suavemente el pelo que va a eliminar y roza apenas mi clítoris al hacerlo. Con el peine lo va desenmarañando mientras con las tijeras lo recorta. Siento caer pelitos entre mis piernas. Lentamente la masa negra va clarificándose. Lo que antes era tupido es ahora un campo erizado. Deja las tijeras y una blanca capa de espuma se extiende por mi sexo. Mi clítoris se contrae y, como en la playa, se me endurece el estómago. La maquinilla inicia su recorrido desde las ingles eliminando, a la vez, la espuma y el pelo. Es agradable sentir el frío del acero en la piel, ver como, bajo la espuma, surge la carne blanquecina, cierro los ojos mientras continua su labor. Al abrirlos mi sexo esta casi rasurado, ha eliminado la totalidad del pelo y lo esta lavando para culminar luego el afeitado de los bordes. De nuevo la espuma me cubre y otra vez la maquinilla, con mimo, borra todo vestigio capilar. Veo a José Luis centrarse en la tarea, siento el filo de la cuchilla sobre esa zona tan sensible y un hormigueo me recorre el estómago. Ha terminado. El agua tibia me limpia. Mi coño queda liso, rasurado, impúdico. José Luis lo seca, lo acaricia, lo besa. Retira el instrumental y me contempla con lujuria. Toma el frasco de colonia y con ella fricciona la zona recién afeitada. Siento un calor y una picazón enorme. La piel reacciona, desearía rascarme pero mis ligaduras lo impiden. Veo como empieza a excitarse. Si hasta entonces su sexo había permanecido inerte ahora se despierta. El fuego que arde entre mis piernas va remitiendo, el dolor se transforma en placer. Su mano no solo fricciona la zona afeitada sino que juega con mi clítoris, mi vagina, mi culito. En mi posición soy incapaz de hacer nada. Se vuelca y con su sexo empalmado me acaricia. Ahora, sin el pelo protector, veo nítidamente como golpetea mi botón de placer. Su carne y la mía se confunden. Me pellizca el clítoris, se introduce en mi vagina, me penetra por el culo. Estoy totalmente abierta de piernas y todos mis orificios son para su goce, para nuestro placer.
Esta sobre mi clítoris. Una y otra vez lo golpea con su pene. No puedo más. Me corro. Cuando no han concluido aun las contracciones de mi sexo el suyo me perfora. Como un émbolo lo veo subir y bajar. Sus brazos le flexionan el cuerpo haciéndolo entrar y salir de mí sin ninguna consideración. Es maravilloso sentirse poseída sin poder hacer nada por evitarlo. Su cara se transfigura, las ballestas que le sustentaban flaquean derrumbándose sobre mi. El semen se mezcla con mi flujo, la colonia y algo de espuma de afeitar.
Otra vez el sol sobre mi cuerpo. Torimbia es una cala preciosa de muy difícil acceso ubicada al oeste de Llanes. La bajada ha sido horrible y peligrosa. Dos veces me caí y mil recrimine a José Luis su desmedida afición por ir a playas nudistas. En ellas, la llegada es, por lo general, complicada, aunque luego, como esta, sean maravillosas. La arena es blanca y el mar transparente. Tras mi enfado inicial empiezo a tranquilizarme. Al contrario que el Playón de Bayas, es una concha recoleta y limpia, pero, al igual que aquella, los bañistas son escasos distribuyéndose, sin agobios, sobre la franja arenosa. Al nuestro lado un matrimonio con dos hijos, a la espalda el monte, en frente del mar.
Me embadurno con loción antisolar y me tumbo en la arena. Parezco mas desnuda que nunca. Miro entre mis piernas y veo mi rajita, mi clítoris achocolatado. Ayer lo afeite y ahora lo presento en publico. Vuelvo a percibir ese hormigueo típico de lo prohibido. No solo estoy desnuda sino que mi coño aparece rasurado ofreciendo mi sexo nítido para la observación de los paseantes. José Luis me anima a caminar. Creo que, como yo, quiere que me luzca ante la gente. Recorremos la orilla. Muy morena, casi india, y entre el color de mi piel y el afeitado de mi sexo soy el punto de atención de todos los nudistas. Estoy orgullosa. Constato que las miradas de los hombres se orientan hacia el centro de mis piernas, casi noto sus ojos en mi clítoris. Entramos en el agua, nos detenemos, nos fotografiamos. Los bañistas que nos cruzan se detienen a verme.
Regresamos. Los ojos del hombre de nuestra derecha están fijos en mi sexo. Lo se. Vuelvo a esparcirme crema sobre el cuerpo y ahora me protejo con ella la zona afeitada. Esta suave, húmeda en su centro. Me masturbo, meto mi dedo en la vagina y allí lo mantengo. Se que soy observada pero no me importa. José Luis a mi lado, ignora mi maldad. Se levanta y parte hacia la mar. Me tumbo y espero. El macho de mi lado no deja de observarme. Presiento que su mujer y sus hijos están al margen de lo que sucede. Me levanto, contemplo el nadar acompasado de José Luis, su salida del agua, su llegada junto a mí. Tomo la crema y otra vez me embadurno. Repito todos y cada uno de los movimientos anteriores. Se que me miran. Mis manos se deslizan sobre mis hombros, mi cintura, mis pechos; bajan hasta mi vientre y se pierden entre mis piernas. El tibio Monte de Venus las atrae como un imán. Esta caliente, untoso, lo protejo con crema. Me acaricio el clítoris y se endurece. Meto los dedos en la vagina, rozo los labios mayores, me recreo en el dulce deporte de la masturbación. Me estoy excitando en público para un solo observador que ni siquiera conozco, se que, como yo, estará gozando y que mantendrá para el su placer. Me encuentro mas desnuda que nunca exhibiéndome impúdicamente, como actuando en una especie de espectáculo pornográfico. Se que al final nadie aplaudirá pero esto es algo que, en mis noches de insomnio, soñé con realizar, no así, en una playa como esta, sino en una cabina de sexo vivo, con publico expectante tras las ventanas de observación. Mis dedos siguen trabajando con precisión, mis piernas se relajan y una serie de espasmos en cascada recorren mi cuerpo. Noto la humedad viscosa de mi flujo y caigo de espaldas dejando mi raja, crecida, abierta y palpitante, al amparo del sol, bajo la atenta y lujuriosa mirada del anónimo turista que no ha perdido detalle de mi buen hacer.
El coño me arde. Entre el afeitado y la sesión de sol de la mañana, toda mi zona baja esta en carne viva. El incipiente pelo, la erosión de la arena y el roce de la ropa interior han hecho que ahora, tras la ducha, sienta una horrible picazón. José Luis me dio una fricción con colonia que si bien al principio me escoció, luego apaciguo mis terminaciones nerviosas. Para colmo, tengo muchísima hambre. Con mi afición a desayunar fuerte y no almorzar, a las 8 de la noche mi organismo demanda comida. Me visto, o mejor dicho, me medio visto con una amplia camiseta sin nada por debajo, para evitar mas rozaduras y salimos a cenar. Llanes es un pueblecito del oriente asturiano con un prometedor desarrollo turístico. Su apogeo coincide con la ultima semana de Julio y la primera quincena de Agosto, razón por la cual en estos momentos las aglomeraciones son pequeñas. Hay gente, si, pero no molesta. Paseamos, bebemos sidra, comemos pulpo, calamares, queso; recorremos chiringuitos, bares, sidrerías. Recibo entre las piernas la brisa marina del Cantábrico e instintivamente las abro para aplacar sus picores. Mis pechos bailotean libres bajo el vestido y el sentirme de nuevo observada, ahora por la oscura coloración de mi piel, hace que camine alegre, excitada. Si no fuera por el malestar de mi coño haría el amor nada mas llegar al hotel. Seria, sin duda, otra bacanal de sexo y perversión, pero en mi estado es imposible.
Mi deseo es mas fuerte que mi lógica, mejor dicho, es mas sabio y busca para el lo mejor. Hoy José Luis no me penetrara, pero haremos el amor. Lo haremos muy rico, como ambos sabemos. Desnudo sobre la cama empiezo a excitarlo. No le ato, como el hizo conmigo, pero le pido que no ofrezca resistencia a nada de lo que le haga. Con la lengua recorro su anatomía: su pecho, su tripita, su pene, que chupo y agrando. Le doy la vuelta. Contemplo embelesada su culo, quiero sodomizarlo. Le ensalivo el ano e intento meter por el mis dedos, la lubrificación es insuficiente. Tomo su crema hidratante antisolar y la aplico en su orificio. Ahora si, mi dedo se hunde en su cuerpo hasta los nudillos. Noto la rugosidad de su esfínter, la consistencia de su contenido. Me giro hacia su polla y la introduzco en mi boca. Así, con su sexo en mi garganta y mis dedos en su culo inicio una sesión de felación y enculamiento que termina cuando un chorro tibio de semen se mezcla con mi saliva. Lo dejo y uno mi boca con la suya fundiéndonos en un beso largo, sensual, erótico en el que ambos gozamos del agridulce sabor de su semen.
Queda rendido. Yo sigo muy caliente. Mi coño vuelve a escocerme y mi vagina se encabrita. Con muchísima suavidad aplaco mi furor. Mi clítoris se dulcifica mientras un estado de total placidez me envuelve.
No me arrepiento de nada, pienso. Ni de haberme afeitado el sexo, con los picores que me ha ocasionado, ni de masturbarme en publico, ni de haber permitido que me sodomizara en la playa. Estoy feliz. En poco tiempo mi pelo habrá vuelto a crecer y será suave y sedoso como antes. Habré tenido la experiencia de un afeitado, no como el que tuve durante el parto de mi hijo, sino para obtener del placer. Lo he lucido, enseñado. Me lo he fotografiado y quedará así, para siempre, constancia del hecho. Tal vez algún día vuelva hacerlo, seguro que lo haré. Entonces tendré a la mano polvos de talco y me rasuraré diariamente para evitar este picor. No, no me arrepiento de nada.
Hoy percibo de nuevo la suavidad del nuevo pelo, añoro, no obstante, los días en los que me lo afeite, pues entonces tenía un peluquero que me lo cuidaba y ahora, para mi desgracia, no lo tengo, debiendo ser mi propia mano quien lo "chinee".

viernes, 1 de abril de 2011

INTERMEDIO

Cuando empecé a redactar estas fantasías no había leído a la poetisa nicaragüense Ana María Rodas que, en plena Revolución Sandinista, escribía “Hago el amor y después lo cuento”, ni tampoco la última novela de Vargas Llosa en la que dice “Escribir lo no vivido para hacerse la idea de haberlo vivido es, uno mas, de los caminos de la
imaginación para crear nuestras fantasías”.


Ahora, al entrar en la primera parte de las mismas, en las que idealizo los años más estables de la relación musa-escritor, no se si decantarme por la poetisa o por Premio Nobel.
Sin duda, como expuse en el Preámbulo, al llegar al final-principio estará claro que yo seré mucho más viejo y podré, sin problemas, parodiar a Martín Amis y decir “En la vida nadie inventa nada, todo sucede normalmente”, todo, hasta nuestras vivencias y fantasías