jueves, 28 de junio de 2007

UN REGALO SORPRESA

Por fin se decidió. 1998 había sido un año fatal en nuestras vidas. Lo pasamos separados física y emocionalmente. Vivimos los duros avatares de un proceso judicial, de un vacío laboral y de un futuro incierto e impredecible. El nuevo año empezó mejor. Sonia, por su parte, se centro en la Universidad, asignándole, como complemento, el control constructivo de una serie de escuelas públicas. A mi, se me despejo el horizonte y volví a entrar en la empresa minera en la que, hacía 4 años había pedido una excedencia voluntaria. Entré, como decía un amigo, para preparar mi jubilación anticipada. Me situaron en vía muerta. La Dirección me desplazó a una mina de montaña en donde me asignaron un pequeño despacho a la espera de que muriese de frío, soledad y aburrimiento. No lo consiguió. Desde mi enfoque, aquello me dio tranquilidad, tiempo y dinero. Las horas necesarias para ir, carta a carta y día a día, comiéndole a Sonia la cabecita para que activara la finalización de su contrato y viniese a pasar la Semana Santa conmigo a Oviedo. A mi favor tenía cientos de argumentos : Hacía muchos meses que no nos veíamos, estaba bien económicamente, ella se olvidaría de la maraña constructiva y ambos podríamos disfrutar de unos días de descanso. Pero sobre todo, lo mas importante es que juntos celebraríamos el 8º aniversario del día que nos conocimos. Mejor dicho, de la noche en que hicimos el amor. El 10 de Abril de 1991. Todo fueron razones de peso que consiguieron que su terquedad inicial se quebrantara. Todo se había fraguado en mi destierro minero en el Pozo Mª Luisa.
Un domingo de Marzo la recogí cansada, ojerosa y muerta de frío en el aeropuerto de Barajas. Aquella madrugada gozamos, tras muchos meses, de nuestros cuerpos y volvió a renacer el sexo, el erotismo y la lujuria que alimentaron nuestras mentes durante esos periodos de soledad en los que solo los recuerdos, las cartas o el teléfono unían nuestras vidas.
Jueves Santo, Viernes de Dolores, Sábado de Resurrección y Domingo de Gloria, marcaron los hitos de nuestro empacho sexual. Cada rincón de la casa vio la pasión desenfrenada. Pasamos 4 días encerrados con el único juguete de nuestros cuerpos.
Olvidado el pasado y relegado para mas adelante el análisis del futuro, todas nuestras fantasías renacieron, las idealizamos, las deseamos de nuevo. Fue nuestra fiesta privada carnal en un tiempo de cuaresma.
El ardor de la batalla amainó con la tranquilidad del reencuentro. Programamos el devenir, laboral el mío y vacacional el suyo, dilapidamos los días gozando de cada detalle, de cada momento.
Celebrar el 10 de Abril era nuestra asignatura pendiente. Hacía años que no pasábamos juntos esa fecha, pues, salvo al principio, siempre nos encontrábamos cada uno a un lado del océano. Ese fin de semana fue diferente. Sonia preparó la comida, la bebida, el ambiente. Supe de sus idas y venidas para comprarme un obsequio especial y novedoso. Yo hice lo mismo.
Amanecimos rodeados de paquetes, flores y periódicos. En una mañana cálida, impropia de la estación, tomamos el aperitivo en la terraza, comimos, bebimos, partimos la tarta nos besamos saboreando el dulce de nuestras lenguas, nos distendimos.
.- Y ahora, le dije, mi regalo sorpresa, bueno, parte del, o mejor dicho, su preámbulo.Mientras lo abría le susurre al oído..- Con él pasaremos una noche maravillosa.Sobre la mesa deposito los cinco pañuelos de seda que contenía el paquete y me miró extrañada: uno negro, dos blancos y dos rojos.
.- Para que tantos, dijera, con uno hubieran sido suficiente.
.- Ven, dije arrastrándola hacía el dormitorio,
.- Quiero que te desnudes, continué, luego te ataré con ellos las muñecas y los tobillos a la cama y con el negro te cubriré los ojos. Por último te taparé con una sábana y a continuación te haré el amor lentamente, muy lentamente. Te acariciaré, te besaré todo el cuerpo, y te poseeré. Tu no dirás nada, no forzarás nada, solo aceptarás lo que te haga. Seguro que gozarás muchísimo. Sentirás pero no verás, serás mi objeto de placer y yo me esforzaré porque te excites como nunca en la vida.Estaba tan ilusionada que acepto el juego.
quieras.
.- Si, contestó, átame, y sin que vea nada y sin poder moverme haz conmigo lo que quierasQuedó desnuda con los brazos extendidos y las piernas abiertas. Se los até y le cubrí los ojos.
.-Como estás, pregunté, ves algo..- Estoy bien, contestó, sigue, sigue.Acaricie su coñito, algo mojado, y la tape por completo con la sábana.
.- Ahora vuelvo, le dije, dejándola sola atada y cubierta.
Corrí a la entrada y allí estaba. Fiel a lo pactado Ramón permanecía de pie esperándome. En silencio nos dirigimos al dormitorio.
.- Desnúdate, le indiqué por señas mientras yo hacía lo mismo.
Entramos. Sonia, o su bulto, ocupaba el centro de la cama. Apenas si se movió cuando, con suavidad, me acerque.
.- Tranquila, le dije, ahora empiezo. Recuerda todo lo dicho.Ramón, a los pies, contemplaba la escena. En pelotas tenía un aspecto más aniñado. Su sexo, flácido, le daba un aire varonil a su tripita caída y blanquecina. Desde la cabecera fui arrastrando la sábana dejando al descubierto los pies, las rodillas, los muslos. Allí me detuve. Empecé a acariciarla: los dedos, los tobillos, los gemelos. Note un leve estremecimiento de su piel. No tenía prisa. Lentamente se fue relajando, se acostumbro al roce de mi piel y a sus idas y venidas. Entonces cambiamos. A una indicación Ramón me sustituyo. Continuó con la misma rutina. Veía como le daba placer y como ella no se percataba del cambio producido.
Todo iba bien. Ramón se detuvo y yo volví a tirar de la sábana. El coño, la cintura, los pechitos, quedaron al descubierto. De nuevo otras caricias, pero más intimas, más audaces. Mis dedos se paseaban por el clítoris, el ombligo, las tetitas. Le aprisionaron los pezones y estos se endurecieron. Ramón me observaba y su sexo, como el mío, iba creciendo. Al frotar su sexo lo encontré húmedo y abierto. Cada vez estaba mas entregada, más deseosa de que el juego continuara. Nos intercambiamos. Era Ramón ahora quien la tocaba, quien le rozaba el clítoris, quien le pellizcaba los pezones quien le hundía los dedos en la vagina. No notaba ni el cambio ni la diferencia. Yo contemplaba con lujuria como otra persona jugaba con Sonia y, sin ella saberlo, la hacía gozar.
Le mandé detenerse y entre ambos eliminamos por completo la sábana que la cubría. Estaba sobre la cama abierta de brazos y piernas, con los ojos vendados. Ramón, a su lado, totalmente empalmado y yo gozando con la visión.
Empecé a besarla: la cara, los ojos, cubiertos por el pañuelo, la nariz, la boca. La abrió y le introduje la lengua entrelazándose con la suya. Ramón entra en el juego. Atisbe, de reojo como le colocaba sus dedos en los muslos. En aquel momento debió darse cuenta de que algo raro pasaba pues su mandíbula se tenso. Había unas manos sobre sus tetas y otras, diferentes, ascendían hacia su coñito. Estaba, sin lugar a dudas, a disposición de dos hombres. Se sentía a la vez: perdida, excitadísima, húmeda e incapaz de hablar. La presión de sus dientes cedió, sus músculos se relajaron, se abandono.
Ramón la masturbaba, a la vez que yo le chupeteaba los pezones. A ratos nos alternábamos. Él subía a las tetas y yo bebía de sus jugos vaginales. Los dedos se perdían con facilidad en su muy lubrificada cavidad mientras mi nariz le golpeaba el clítoris. Ambos nos empleábamos para darle el máximo de placer.
En un momento de excitación nos levantamos colocando nuestros penes, ya del todo erectos, uno en cada una de sus manos. Los aprisiono y fricciono. No veía, pero sabía lo que se le estaba ofreciendo. Nos masturbaba atada a la cama y con los ojos vendados. El juego erótico no parecía acabarse.
Me separé y tumbándome sobre ella la penetre. Los tres estábamos presos de una excitación total. Con mi miembro en su interior contemple como Ramón le iba masajeando los pechos, el estomago, el clítoris. Iniciamos al unísono un movimiento frenético. Yo entraba y salía de su cochito, él la masturbaba y ella le friccionaba la Polla sin piedad. Creo que todos nos corrimos a la vez. Uno descargo su semen en sus entrañas y el otro en su mano, mientras ella convulsionaba su cuerpo de placer. Caímos rendidos. Haciendo un tremendo esfuerzo me levante, la cubrí de nuevo con la sabana y acompañe a Ramón a la puerta para despedirnos.
Regrese al dormitorio. Sonia permanecía inmóvil. Retire la sabana, la desaté y le quite el pañuelo de los ojos.

.- Donde esta, pregunto.
.- Se ha ido, dije volcándome sobre ella.
Seguía excitada. Libre de pies y manos comenzó su fiesta. Se amorró sobre mi brega, estiro su cuerpo sobre el mío y con mi sexo en su boca ofreció el suyo a la mía. Aquel hermoso 69 lo completaron nuestros dedos con sendas penetraciones anales. Así, entre movimientos, hundimientos y mamadas nos volvimos a correr, o mejor dicho, yo me corrí mientras ella se mantenía excitada mientras seguía masturbándola. Al final se le aflojaron las piernas y grito, henchida de placer.- Basta ya, basta.Nos dormimos chorreando semen, lujuria y deseo.
Amanecimos tarde. Era domingo y la noche había sido agitada. Era un día lluvioso y no excesivamente frío. Entre café y café fuimos desgranando la pasada experiencia. ¿ Cómo se te ocurrió ?, ¿ Quién era él?, ¿ De donde salió?, Me preguntó ella. ¿ Que sentiste ? , ¿ Como te encontraste?, Respondí yo. Por partes, dijo, primero tú y luego yo.
“¿ Cómo se me ocurrió ?” . Pues no lo sé. Tal vez tu tuviste algo que ver en ello. Te acuerdas que, hace años, en una noche loca de sexo dijiste : “Me gustaría que nos vieran como lo hacemos”. Esa frase y esa idea la hemos dicho luego infinidad de veces envueltos en la vorágine del deseo. Siempre la recordábamos en los momentos de excitación y nos olvidábamos de ella después. Durante estos últimos meses la recordé a menudo, en especial cuando leí, en la Sección de Contactos de La Nueva España, anuncios como este : “Joven se ofrece a matrimonio o pareja para.....” . Nunca pensé llamar sin consultártelo. No se donde leí un cuento en el que se describía una fantasía erótica de atar a la mujer a la cama tapándole los ojos. Era como participar y no hacerlo. Uniendo ambas ideas con el contrapunto del regalo, esboce la sorpresa de anoche.
“¿ Quien era el ? y “¿ Donde lo encontré ?. Lógicamente en el mismo periódico. Una mañana leí algo parecido a esto:
“ Gordito complaciente , 35 años, se ofrece a matrimonios o parejas para hacer realidad sus fantasías sexuales, orientadas exclusivamente a la mujer. Se amolda a todo tipo de sugerencias. Delicado, limpio, discreto, sin interés económico ,
BUZON...............”
Llamé y, el contestador del anuncio, me amplio las posibilidades iniciales. El gordito se llamaba Ramón, no se si era su verdadero nombre, y se ofrecía a :
a.- Solo mirar, vestido o desnudo.
b.- Participar en juegos eróticos con las manos.
c.- Participar en juegos eróticos con la boca y la lengua.
d.- Participar en juegos eróticos con el sexo.
e.- Penetración. Solo con ella.
f.- Masturbaciones múltiples.
g.- Hacer o grabar fotos o videos.
h.- Formar parejas. Debería aportarse la compañía femenina.
El menú era variado y ocurrente así que le deje mi teléfono y esperé. En un principio aposté por un bromista ya que pasaban los días y nadie se comunicaba conmigo. Tres semanas mas tarde el tal Ramón me llamó , preguntándome si estaríamos dispuestos. Como supondrás le dije que, entonces, no, que desearía conocerlo y que, tal vez, mas adelante, cuando tu llegaras, podríamos llevar a cabo su deseo y nuestra fantasía.
Quedamos un día resultando ser la persona idónea para el juego. Le propuse mi idea de atarte y vendarte los ojos, debiendo hacer el únicamente lo que yo le dijera. Ni te besaría en la boca ni te penetraría . Podría tocarte y chuparte lo que mas le gustase: las tetas, los pezones, el clítoris. Podría ofrecerte su sexo para que le masturbaras, como así ocurrió, podría excitarte mientras yo te poseía. En un principio deberíamos dar la sensación de una sola persona para luego, en el momento en que te besara la boca y te acariciara los pechos, el te tocaría las piernas. De esta forma tu te darías cuenta que estabas con dos personas. Mas adelante pasaríamos de las manos a las bocas . Yo te comería el coñito y el te mordería los pezones. Sino surgían problemas continuaríamos el juego ateniéndonos a las reglas pactadas de antemano. En aquellos momentos pensé que tu entrarías y disfrutarías de todo cuanto hiciéramos. Por último el se iría y nunca mas volveríamos a verlo. “Ves, mi amor”, así lo programe todo.
.- ¿ Y tu ?, pregunte, cuando te enteraste y que sentiste.
.- No se, me contestaste. Al principio estaba muy nerviosa. El hecho de estar atada a la cama, de cubrirme los ojos, de ocultarme con la sabana, me excitó mucho. Imagine que ibas a gozar conmigo, a utilizar algún vibrador o hacerme fotos. Estaba dispuesta a todo, húmeda y muy lubrificada. Después, cuando empezaste a retirar la sabana y acariciarme las piernas, me descoloque. No me di cuenta de los primeros cambios, pensé que siempre eras tu quien me poseía, pero cuando me estabas besando tocándome los pechos y note otras manos sobre las piernas, me intranquilice. Quise gritar, soltarme, pero tu, sobre mi, lo impediste. Luego, me deje ir. Mi mente vivió miles de sensaciones diferentes. Al no ver, no sentía pudor por estar con dos hombres. Cuando me colocasteis vuestros dos sexos en mis manos empecé a masturbaros sin saber quien era quien. En lo sucesivo no diferencie nada, aunque siempre supuse que eras tu quien me penetraba y el otro quien me acariciaba excitándome. Todo, de verdad, estuvo muy bien. Primero cuando nos corrimos los tres y mas tarde cuando me desataste y seguimos gozando. Te la comí enterita, metí mis dedos por tu culo y de nuevo te corriste en mi boca. Yo no podía dejar de vibrar ante aquella avalancha de orgasmos . Fue lindísimo, algo para recordar siempre.Repasando lo vivido por la noche nos volvimos a excitar e, inconscientemente, nos levantamos para regresare a la cama. Ese domingo lo pasamos entre sabanas reeditando parte de lo que hacía pocas horas habíamos, a sabiendas o no, ejecutado.
Tenías que partir. Fueron días tristes marcados por la idea del próximo reencuentro, ahora, mas cercano, pero aderezados de maletas, encargos y proyectos. Lo peor era que, por impedimentos laborales no podría acompañarte a Madrid. Tomarías el avión en Asturias y pasar sola tres horas en el aeropuerto de Barajas.
Te lleve hasta Renon y, entre los besos y las lágrimas de despedida, te di mi último regalo.
.- Abrelo en vuelo, dije, y acuérdate mucho de mi.
La cajita contenía una esclava de oro con la fecha 10-IV, sin año. Todos los años, a partir de 1991, serían nuestros esa fecha. A pesar que el último decenio había sido especial, único, novedoso e irrepetible, los siguientes del siglo XXI seguirían deparándonos mas fantasías, mas amor, mas sexo, mas de todo.


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