jueves, 15 de septiembre de 2011

FOTOGRAFA AFICIONADA

La primera vez que José Luis me hizo una foto completamente desnuda tenía la cara cubierta por una mascarilla de barro volcánico. Cuando a él se le ocurrió hacerlo, ambos estábamos desnudos y embadurnados de un sustancia negruzca. Primero me tomo solo de cara, luego reflejada en un espejo y por último, de cuerpo entero. A mi, la idea me gusto y le hice a él otra serie, si bien es verdad que, como a los hombres, si no se les excita tienen el sexo dormido, su pene apenas si salió visible. Yo sentí, en aquellos momentos, un regusto interior, tanto cuando pose como cuando actué de fotógrafo.
Desde aquel día han sido muchas las ocasiones en las que nos hemos fotografiado de tal guisa en playas, saunas, piscinas y ríos. Debo reconocer que al principio me daba un poco de corte, por lo general uno imagina que lo van a ver, o, que quien las revele se regodeara con todas y cada una de las instantáneas. La realidad es que no. Revelan tantas y el proceso esta tan mecanizado, que ni cuenta se dan de lo que aparece en los positivos. A la larga todo me daba igual y no sentía ningún reparo en ir a recoger los revelados, o en solicitar ampliaciones de alguno de mis desnudos.
Ahora, cuando echo la vista atrás, pienso que siempre me gusto exhibirme. Nunca me dio miedo estar desnuda o me molesto mostrar mi cuerpo en público. Afortunadamente a José Luis también le encantan estas actitudes y, desde que estamos juntos, así paseamos, nos bañamos o dormimos. No nos asusta que nos vean y, a veces, tanto lo deseamos que forzamos la situación. Con el tiempo la desnudez ha dejado de ser un problema y la incitación a ella de los demás, un juego. A los dos nos gusta excitar, forzar las situaciones normales hasta límites extremos, ninguno nos detenemos cuando la acción, por la causa que sea, rebasa nuestro control y los acontecimientos cambian bruscamente de rumbo, ambos los sabemos manejar a la perfección.
Guardo celosamente en mi casa una hermosa colección de nuestros desnudos y cuando me encuentro triste o deprimida, los contemplo con lujuria, reviviendo los momentos en que las hicimos. A él le ocurre lo mismo, salvo que su soledad la adorna con ampliaciones de mis mejores retratos.

No me extrañó, por ello, cuando le visite la última vez, el verme reflejada por toda la casa, ni me obsesiono el hecho de poder ser admirada por quienes nos visitasen. Encima, mi espíritu crítico hizo que eliminase alguna y reclamo la presencia de otras que, por error u omisión, no habían sido incluidas. Fueron momentos divinos los empleados en la elección de los negativos, en la evaluación del tamaño de la ampliación, en la obtención de las mejores partes de mi anatomía. Pasamos días de excitación esperándolas retirar del laboratorio, o de duda por acertar en la elección de los marcos mas idóneos.
En un afán de dejar, para su goce lo mejor de mi, acudí cientos de veces al establecimiento fotográfico que nos hacia los trabajos y hable muchas veces con Viti, su encargada, intentaba dar, a cada foto, su contraste perfecto, el grado de luz necesario o la ampliación mas conveniente. Con los días fuimos intimando. Era natural. Iba por allí dos o tres veces por semana y pasaba el rato analizando sombras y colores. Verdaderamente yo no me di cuenta y tuvo que ser José Luis quien me comentase que tanto desnudo y tanta insinuación estaban alterando a nuestra querida dependienta. Empecé a notar que se sonrojaba, que al verme bajaba los ojos, que apenas si discutía mis indicaciones. Estaba, con mis fotos en la mano, nerviosa y excitada. Para suavizar esta situación cambie los temas de conversación y así me enteré de su afición por la fotografía, de los cursos en los que estaba matriculada, de sus incursiones en el mundo del reportaje gráfico. Casi sin quererlo los encuentros en el laboratorio dejaron de ser lo incómodos del principio para pasar a ser una agradable charla entre amigas.
No se de quien surgió la idea. Tal vez de Viti, con ánimo de obtener algún beneficio extra, o de mí, por insinuar que me gustaría posar para ella. El caso fue que acordamos aprovechar un sábado para que me tomase varios carretes y de entre ellos seleccionar, para futuras ampliaciones, las mejores instantáneas.
Con puntualidad germana apareció cargando cámaras, trípodes, luces, objetivos, lentes, en fin, todo lo necesario para obtener de mí algo digno de un novel profesional. Era un día luminoso de Julio en el que sol brillaba en todo su esplendor. Una mañana magnifica para ir a la playa, a la piscina, o, como en nuestro caso, aprovechar la luz natural para evitar sombras, brillos o reflejos. Cuando llego estábamos desayunando en un pequeño solario, anexo a la cocina y allí se vino a tomar un café y a planificar la sesión. A José Luis, dada su afición por estos temas, mi idea de pagar a alguien para que me retratase le hizo mucha gracia y mas aun, cuando supo que el aprendiz seleccionado era Viti, la gordita del laboratorio, la que ponía los ojos vidriosos cada vez que me daba la copia de alguno de mis desnudos. Le agrado el despliegue organizativo y la programación de tomas en la que se detallaban lugares, tipo y color de la ropa, adornos, etc. Le entusiasmo su sugerencia de utilizarlo como auxiliar en todo lo referente a iluminación y atrezo. Según lo previsto empezaríamos en el solario, con luz natural, y luego pasaríamos al interior con luz artificial.
Mientras distribuían sobre la terraza objetos y plantas fui a cambiarme de ropa. En las primeras tomas llevaría algo suelto y de color claro a fin de contrastar con el azul celeste dominante. Me maquille con exceso y me vestí con una blusita blanca y una minifalda roja. Al cuello me puse un collar típicamente tropical. Para posibles cambios prepare una camiseta amarilla, una blusa azul clarito y adornos para el pelo y el cuerpo. Regrese y, siguiendo las indicaciones de Viti, se inicio la sesión.
De cuerpo entero, de frente, recostada sobre las plantas, apoyada en la pared, con el pelo suelto, en movimiento, planos medios, primeros planos. Fue en ese momento cuando empezaron a surgir pequeños problemas. En estos encuadres, debido a la generosidad del escote y a mi constante movilidad, los tirantes del sujetador se veían, a menudo, sobre mis hombros. Ante las continuas observaciones de Viti me retire al interior y me despoje de mi ropa interior. Continuamos la sesión. Mis pechos se movían libremente bajo la blusa dejando ver, cada poco tiempo, la negra sombra de mis pezones. "Por favor, cámbiate de blusa, dijo Viti". Yo, de la forma mas natural me despoje de la que llevaba y así, con los pechos al aire, para gozo de José Luis y de algún vecino curioso que, desde la casa de enfrente seguía nuestro divertimiento, rebusque entre la ropa preguntándole cual era la mas adecuada. Note que se sonrojaba, que un cierto brillo afloraba en sus ojos. Tras segundos de indecisión escogió una camiseta larga de tirantes. Me la puse y al comprobar que deslucía con la falda, me la quite. Seguimos. Algunos primeros planos, tomas de cuerpo entero, detalles de ojos y labios. El sol alcanzaba su cenit y tanto la excesiva luminosidad como el agobiante calor invitaban a seguir en el interior. Entramos al salón y elegimos, como encuadres mas idóneos, los relativos al sofá y a dos grandes sillones con orejas. Mientras José Luis salió a buscar refrescos a la cocina, Viti y yo comentamos las posibilidades de la siguiente serie. Fuimos al dormitorio en busca de ropa apropiada y allí me pidió que si no tendría inconveniente en prestarle algo más ligero, pues su vestimenta le daba mucho calor. Desgraciadamente éramos, físicamente, muy diferentes. Yo, baja, muy morena y con el pecho pequeño, ella, grande, rubia y pechugona. Tras mucho revolver elegimos una camisa suelta, amplia para mi pero un poco ajustada para ella. Por esta razón, entre los primeros botones del escote asomaba parte de su prominente pecho. En principio este detalle no le importo, aunque supuse que a José Luis le molestaría ver los bordes blancos del sujetador entre la hilera de botones. Por mi parte me vestí con un blusón cuyos faldones morían en mis muslos. Volvió hacerme gracia la mirada de Viti cuando, de nuevo, quede desnuda ante sus ojos al quitarme el vestido que llevaba. No sabía si se excitaba o se asombraba de mi impudicia.
En el salón José Luis ya había dispuesto el escenario y nos esperaba saboreando una copita de vino blanco frío ya que, por una tremenda improvisación de su parte, no quedaban refrescos en la nevera. Nos sentamos con él y le acompañamos con sendas copas. Al iniciar las tomas me desabroche generosamente los botones superiores y empecé a posar. Allí en casa, los pocos cuidados tenidos en la terraza desaparecieron y así, de la forma mas natural del mundo, surgía, a veces, entre la ropa, uno de mis pechos, parte de mi culito o la sombra negra y esplendorosa de mi sexo. Nadie parecía darse por enterado. La botella de vino descendía, el calor era, cada vez, mas sofocante y nuestra confraternización seguía en aumento. Fue José Luis quien, aprovechando uno de los cambios de carrete, comento:"Viti, porque no le haces ahora una serie de desnudos". A mi, lógicamente, la proposición no me molestó en absoluto, casi hasta me alegró. Viti, empujada por el ambiente, nos miro y con un "Bueno, procuraré que salgas guapísima" se presto a continuar. Me despoje de la blusa y seguí posando. Me recosté, me puse de pie, me mostré sensual y lujuriosa. No se exactamente porque, pero la cámara fotográfica actúa como un poderoso imán sobre el ojo y sobre la mente de fotógrafo, en especial si es aprendiz. Oí como los disparos se multiplicaban, como Viti se movía excitada por la habitación, como José Luis observaba la escena con ojos picaruelos.
Sus continuos desplazamientos, sus posturas, a veces forzadas, y la estrechez de la camisa, hicieron que los botones superiores fueran desabrochándose. Ni ella ni yo nos dimos cuenta del hecho hasta que vi a José Luis mirándole, con ilusión, los pechos cubiertos por un antiestético sujetador y bordeados por una camisa totalmente abierta. "Venga, Viti, dije, quítatela del todo, así tienes una pinta horrible". Si una mujer, totalmente desnuda, te hace tal insinuación, los motivos de discusión suelen ser escasos. Dejo la cámara y quedo pensativa. No se decidía. Creo que interiormente lo deseaba, pero su educación religiosa le ponía una serie de impedimentos mentales. "Bueno, Viti, te decides o no", apuntillé sentándome en el sofá. Termino por despojarse de la camisa quedando vestida con un sujetador que, más que cubrir, resaltaba sus espléndidos pechos blancos y carnosos. "Venga, venga" volví a decir mientras me levantaba y me servia otra copa de vino, "Hazle ahora algunas a José Luis". "Que, también me desnudo", insinuó". No, aun no" conteste mientras él se colocaba en el sofá y ponía cara de foto. Viti empezó a disparar desde todos los ángulos, José Luis inicio un pequeño strip-tease y yo, desde mi posición de espectadora los animaba. "La camisa, la camisa, el pantalón...." sugería con grandes gritos. Casi sin quererlo nos encontrábamos yo, desnuda, José Luis en calzoncillos y Viti con sujetador y un pantaloncillo corto que le dibujaba una incipiente barriguita y un culo poderoso." Venga Viti", dije levantándome, "Haznos a los dos unas desnudos, seguro que nunca fotografiaste así a una pareja, y tu, José Luis, quítate esos calzoncillos". No se hizo de rogar y en un santiamén ambos quedamos sin ropa esperando que Viti hiciera su trabajo.
La buena de Viti estaba sonrojada, con la cámara entre las manos y la necesidad de ver a una pareja desnuda por el objetivo. Entre risas y bromas continuamos la sesión. Veía a Viti sudar, secarse constantemente las manos, beber, notaba su embarazosa situación y en mi fuero interno me reía. En uno de los múltiples cambios volví a intervenir."José Luis, haznos tú ahora unas fotos a Viti y a mi, quiero tener un recuerdo suyo". El tomó la cámara y yo la arrastre al sofá. "Quedáis fatal", dijo José Luis, "Una desnuda y otra medio vestida, pero si lo queréis así, adelante". Me acerque mas a Viti y mientras oía los sucesivos disparos intenté convencerla para que se desnudara. Sus protestas fueron breves. Bajo la mirada de José Luis que, interesado, asistía al último acto del espectáculo, se bajo los pantalones, se quito las braguitas, dejando ver la hermosa mata de pelo castaño que cubría su coñito, por último, sus pechos quedaron libres. Estábamos desnudas. Éramos opuestas. Lo que a mi me faltaba a ella le sobraba. José Luis seguía disparando mientras su sexo, hasta ahora flácido, empezaba a tener dureza y espesor. Como tres veteranos nudistas corríamos por el salón, nos rozábamos, ella y yo juntábamos nuestros pechos, nuestros culos, nos abrazábamos, hacíamos resaltar lo opuesto de nuestros atributos. Ambas quisimos tocarle el sexo, rozarlo por ver si aumentaba de tamaño. Inconscientemente nos íbamos excitando. Por instinto me acerque a José Luis y le acaricie el pene, los genitales. Note como crecía en mi mano, como los ojos de Viti estaban fijos en aquel instrumento de placer, ahora erecto y preparado. Lo seguí masturbando para ella, quería ver que haría ante tal insinuación. El me deseaba y no estaba ni para ella ni para nadie. Sin darme cuenta me tumbo en el sofá y me penetro. Note su pene en mi vagina y enloquecí. A nuestro lado, sentada en uno de los sillones, Viti nos miraba excitada. Se acariciaba los pechos, recorría nuestros cuerpos con la mirada. No quería que entrase en nuestro juego erótico pero deseaba que gozara. "Mastúrbate" le dije. La mire a los ojos. Vi su mano descender hasta su clítoris, perdiéndose allí con movimientos rítmicos. Así, ella sentada y José Luis y yo tumbados, nos corrimos. Luego él la recostó sobre el sofá y con delicadeza fue besando aquellos grandes pechos, acariciando su clítoris, masajeando la vagina empapada de líquidos. Vi como su cuerpo se convulsionaba de placer, mientras yo, como ella antes, perdía mis dedos en mi culito alcanzando, con ella, el cenit del placer.
José Luis y yo, cada uno en un sillón, contemplábamos el cuerpo de Viti tumbado en el sofá. Era una buena fotografía, salvo que no debía haberse obsesionado con mis desnudos, ni haber aceptado mi maligna proposición. De cualquier forma la sesión había sido un completo éxito.
Mientras recogía su equipo y José Luis abría una nueva botella de vino, contemple en un espejo nuestros cuerpos. El pudor había desaparecido y los tres brindamos porque las fotos hubieran salido bien y, porque, en caso contrario, repitiéramos la sesión la próxima semana.
Las fotos fueron magníficas y, o mejor, es que me salieron gratis, mejor dicho, me costaron dos orgasmos a mi otros dos a Viti y uno a José Luis, dado que, en estos menesteres, la capacidad del hombre es sensiblemente inferior a la de la mujer.

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