Hoy, 12 de Junio, salgo hacia Madrid vía Ámsterdam. Hace dos años viaje desde Oviedo a Sto. Domingo, para un trabajo que se aborto. Los últimos cinco meses los he pasado en San José de Costa Rica intentando recuperarme del trauma moral, profesional y económico que tal cancelación me produjo. Ahora, regreso Asturias. Dejo atrás un periodo confuso en el que se han alternado alegrías y tristeza, y en el que mi mente pensó más en el pasado que en el futuro.Recuerdo, sobre todo, como ha influido en mí este periodo vivido en Centroamérica, como afecto a Sonia y a nuestra relación. La convivencia continúa en un hogar prestado, en el que me sentía y no me sentía a gusto, en el que era huésped y no dueño, en el que, como pareja, vivíamos pendientes del entorno, del que dirán o que pensaran.Salgo de America con la duda del regreso y con la ilusión de un futuro mejor, o al menos diferente.He pasado horas meditando, regando y cuidando una magnifica colección de orquídeas, leyendo, haciendo ejercicio, encerrado entre cuatro paredes sin salir, sin recorrer las playas y bosque de este país tropical. Han sido muchos días y noches en los que la convivencia se alteró, en los que los problemas económicos, profesionales y familiares socavaron nuestra relación personal.
¿Cuántas veces me he preguntado el porqué?, su porqué no. Hasta ahora Sonia y yo éramos una pareja sexualmente compenetrada, en la que el “No”, jamás existió. Si uno de los dos deseaba hacer el amor, se hacía. Hoy es diferente. Ha surgido el cansancio, los dolores de cabeza, la maledicencia, el si nos verán o nos escucharan. En estos meses la ropa ha sustituido a la piel y el sueño al sexo.¿Qué pasó?, me pregunto y no tengo respuesta. Será el hastío, el miedo al futuro, la costumbre, la convivencia en hogar ajeno. Por la noche pienso en ese alejamiento sexual, en ese no querer, o no poder, que nos aleja, que nos enfrenta y enoja.He vivido cinco meses de reuniones familiares, de visitas amigos, de larguísimas pérdidas de tiempo en La Galería de Arte donde no se vende nada pero de la que se habla y escribe como la más prometedora del País en lo que arte moderno se refiere. En ella, primero entre semana y al final solo los sábados, leía, veía deambular a la gente por la Avenida 7, siempre con la ilusión de que alguien entrará a ver la exposición en curso. Nadie, o casi nadie, se intereso, en esos meses, por el arte.Ha sido un periodo estéril. Por alguna razón mi mente se agotó. La vieja imaginación con la que describía los hechos cotidianos que me rodeaba, desapareció arrastrada por una de aquellas tormentas tropicales que cada tarde descargaban sobre San José. Veía y vivía una existencia desprovista de sexo, de erotismo, de sensualidad. Nada de lo que pasaba a mi alrededor desprendía esa lujuria contagiosa con la que tantas veces, antes, había convivido. Mi vida se adocenó, se encerró en si misma con la sola idea de “ya pasará” del “esto es fruto del momento” o,” estaré envejeciendo”. Los días discurrían con una pasmosa igualdad, solo alterada por mis enfados internos, por las repetidas pérdidas de mis queridas siestas, por la desaparición de los amaneceres cargados de sexo o por mis goces solitarios.Nada me interesaba, ni aun el hecho de que Manguita se empeñase en presentarme a uno de sus anticuarios predilectos, al que compraba todo tipo de “chunches” viejos para sus obras de arte, ni que, para llegar a su almacén-tienda, debiéramos pasar por una casa de putas, modificó la estabilidad de mi mente. No obstante y por idéntica razón a la que hasta entonces me había mantenido apático, aquella sugerencia empezó a revitalizarme.La tal casa de putas se situaba en el barrio rojo de San José, muy próxima al Mercado Central. Sin ser un experto en el tema no dudo en definirla como uno de los peores antros dedicados al floreciente negocio de la carne. Un largo pasillo, en el que, se situaban las mujeres a la derecha y los hombre a la izquierda, terminaba en una garita, al pie de una escalera lateral por donde ascendían las parejas tras abonar el correspondiente precio de la habitación y el de la señorita.
Hará más de 40 años, cuando hice la “mili”, mis compañeros me apodaban cariñosamente “La puta”. No por mi vida licenciosa, sino por la rapidez en vestirme y desnudarme. Entre ese don natural, que el cielo me dio, y mi tranquilidad espiritual, fui el primero en quedarme totalmente “en pelotas” y el único, en justa compensación, en poder observar el original “strip-tease” que, gratuitamente, se me brindaba.La Charo, por su profesión, debería ser rápida desprendiéndose de la ropa, no así Sofía que, salvo algún polvo extemporáneo con su novio, o con algún amigo, tendría poca práctica y menos ahora, en tan horrible situación. Mi ojo crítico la evaluaba como “con poca gracia” a la hora de desnudarse.Sentado en el taburete, que hacía las veces de silla, y apoyado contra la pared, tenía la ventaja de mantenerme en un espacio mal iluminado, y la enorme satisfacción de contemplar la actuación de las damas bajo el mejor de los focos posibles: el rayo de sol que entraba por el ventanuco. Daba la sensación que ambas se habían olvidado de mí. Salvo una mirada inicial de Sofía, como pidiéndome permiso o disculpa, y una sonrisa irónica de la Charo, la dos se enfrentaban ahora cuerpo a cuerpo y al desnudo.Primero la falda, luego la Charo se despojó de la blusa quedando sus carnes ceñidas por un sujetador y una braguita, ambos negros, que en un primer momento, se ajusto con recato. Sofía, mas lenta, se desabrocho el vaquero desprendiéndose de él como de una segunda piel. Luego, aquella camisa, protectora de su decencia, resbalo por sus hombros, manteniéndose con el niqui y un minúsculo tanga que, más que ocultar, resaltaba su culito. Era como un juego de prendas.
Cada una estaba cumpliendo lo pactado y el juego continuaba. No recuerdo cuando, pienso que en alguna revista o en el cine, había visto antes abrir un sujetador por delante. Ahora lo veía. La Charo se llevó los dedos entre las tetas, hizo con ellos un ligero movimiento circular y aquella prenda que los cubría se desprendió dejando al aire sus magnificas “domingas” coronadas por dos enormes pezones oscuros. Sofía seguía yendo más lenta. Se extrajo el niqui por la cabeza y echando las manos hacía detrás se desabrochó el sostén. Surgieron dos pechitos blancos, apenas si crecidos, con los pezones pequeños, erectos y sin casi aureola. Las mejillas le brillaban y sus ojos seguían fijos en la Charo. Casi a la vez echaron mano de sus “calzones” y en un abrir y cerrar de ojos, se los sacaron.Para mi todo eran comparaciones, odiosas comparaciones. El culo hermoso y moreno de una contrastaba con el enjuto de la otra. La cintura, apenas formada de Sofía era un guiñapo contra las formas opulentas de la Charo. Eso si, la mata de pelo púbico de ambas era muy similar. Me asombre del mechón negro que protegía el coñito de la más joven frente al rizado y recortado Monte de Venus de la profesional, sin duda más trajinado que el de la otra.
Ambas estaban, por fin, desnudas. El encanto, el morbo inicial, había muerto. Las mire “chingas”, sentadas en la cama, relajadas y tranquilas. La pátina bermellón que hasta entonces cubría en rostro de Sofía, había desaparecido.- ¿Qué, empezamos? dijo la Charo.Como si estuvieran en la sala de estar de la casa, se pusieron hablar. Una preguntaba y la otra respondía. Yo miraba. Miraba y pensaba: en la maldad de Charo y en la obcecación de Sofía. Iba a por un reportaje y lo estaba consiguiendo. No le importó meterse en una casa de putas, subir a un cuarto de mala muerte, desnudarse ante mí. No le afecto nada. Deseaba una cosa y ya la tenía.Terminaron con un beso. Se despidieron, se besaron y me besaron, las dos completamente desnudas. Aun siento en mis carnes, pasado el tiempo, los mullidos pechos de una y los duros y puntiagudos de la otra. Nos vestimos, le pague y nos fuimos. Entre ellas, creo recordar, quedo pendiente un almuerzo..- Muchas gracias, José Luis, fue lo último que Sofía dijo antes de tomar el autobús para Heredia, cuando tenga el reportaje te lo enviaré. Vuelve pronto.Era el 7 de Junio. Tras casi cinco meses de estancia en Costa Rica, fueron, la entrevista a la Charo y el desnudo de Sofía lo mas erótico que me sucedió y. como siempre en mi vida, ocurrió en el momento de partir.Salgo para España. Dejo atrás otro periodo de mi vida en el que perdí muchas cosas y gane otras; en el que sufrí situaciones de pareja hasta ahora desconocidas, visité una curiosa casa de putas, asistí a una entrevista en la que ambas partes estaban desnudas, cuidé una colección de orquídeas y me apunte a un gimnasio en el que perdí 5 kilos a base de correr, nadar y saltar.
Recordaré una Costa Rica diferente a la que antes había conocido y, sobre todo, alabaré la decisión de Sofía ante la insidiosa solicitud de la Charo.