Las 8 de la mañana. El sol, filtrándose por las cortinas, ilumina la habitación. Ni recuerdo a qué hora nos acostamos. Empecé la noche hablando y bebiendo y la termine de idéntica forma. La cena de Navidad, la fiesta subsiguiente y la animación nunca decayeron. Al final, solo los más jóvenes continuaron. Sonia y yo nos acostamos cansados, felices y algo borrachitos.
Sigue durmiendo. Esta a mi lado dándome la espalda, ligeramente acurrucada, desnuda, abrazada a la almohada. Acaricio su cuerpo. Los hombros, la cintura, los glúteos, las piernas. No se mueve, no dice nada, asiente. Vuelvo a recorrerlo. Bajo hacia su culito. Mis dedos lo dibujan para perderse luego entre las comisuras de sus redondeces. Se detienen en el ano, descienden hasta el sexo y, con infinito cuidado, lo van entreabriendo. Siento su clítoris dormido, los labios de su vagina cerrados.Me aparto y la contemplo. Reinicio, con la lengua, lo ya hecho con la mano. La deslizo por la espalda, recorro su cintura, cae, por fin, en la negra oquedad de su culo. Allí se detiene. Juguetea con el ano, lo ensaliva. Llega al clítoris, cada vez más húmedo, más lubrificado, mas caliente. Mi lengua permanece en el culito y mis dedos le friccionan y masturban. Los introduzco en su interior. No se mueve. Se mantiene de espaldas y acepta todo lo que le haga. Alterno la lengua por los dedos y son estos los que se pierden en su interior. Al tiempo que su clítoris y mi lengua se hermanan.
Tengo el sexo hinchado, con él le restriego el suyo y termino introduciéndolo en su interior. No se ha movido. La estoy penetrando desde la espalda y la agitación de mis movimientos, se coordinan con los suyos. Estamos follando con una violencia inusitada. No hemos hablado, no nos hemos besado, exclusivamente la he excitado y ahora la estoy poseyendo. Ambos gozamos. Ella debe imaginar que alguien se la está “cogiendo” por detrás, un ser desconocida y anónimo. Nos corremos convulsivamente. Coloco, de nuevo, mi cara entre sus piernas y absorbo la humedad de su sexo, en el que se mezclan mi semen, sus líquidos vaginales y mi saliva. La abrazo y nos dormimos.
Me despierto. Son las 11 y la habitación esta recalentada. Sonia, a mi lado, sigue durmiendo. Su piel morena se extiende sobre las sábanas. La contemplo. Pienso en mí, en ella, en mi viaje de regreso. Me levanto y preparo la cámara fotográfica. Quiero retratarla así como está: desnuda y dormida. Quiero tener su coño, su culito, su cuerpo. Acoplo el flas, el teleobjetivo, enfoco y disparo. Me excito. Acerco la imagen.
El ojal negro del ano, su clítoris ensortijado, su culo y su sexo unidos. Son 12 fotos magnificas. Sigue dormida. Ni los destellos ni los disparos le han hecho cambiar de posición. Dejo la cámara y tomo su vibrador. Lo conecto y recorro con él sus partes más íntimas: los muslos, el ano, el sexo, el clítoris. La humedad vuelve a poseerla. Sin abrir los ojos se da la vuelta. Queda boca arriba, con las piernas abiertas y el coño palpitante. Solo utilizo el vibrador. Con él la restriego, la acaricio, la recorro. La humedad de su vagina permite que entre y salga de su cuerpo sin el menor problema, está totalmente encharcada.
Me tumbo sobre ella sin dejar de masturbarla. Sonia toma mi pene y se lo lleva a la boca. Empieza a chupármelo. Formamos así un 69 novedoso. Tengo mi verga en su boca y el vibrador en su coño. Nos movemos como locos. Al final me corro entre sus labios. Ella se convulsiona, se excita quiere más, está muy caliente y desea volver a “correrse”. “Ven”, me dice, voy a masturbarme en la bañera. Me arrastra hasta ella, conecta el agua caliente, elimina la alcachofa de la ducha se recuesta sobre el piso abre las piernas y dirige el corro de agua hacía su clítoris.
La contemplo concentrada en su placer. Un placer solitario y compartido. “Mírame”, dice. El agua golpea entre sus piernas mientras se pellizca los pezones. Comienza a vibrar. Poco a poco es presa de un movimiento continuo. Veo el agua recorrer su coñito, la admiro tumbada, sudorosa con sus ojos en mí mientras se masturba. “Sigue, sigue” le digo “me gusta muchísimo lo que haces”: Por fin un espasmo seco y una relajación total.
Volvemos a la cama.
Son la 5 de la tarde y el avión que me traslada a Madrid ha encendido los motores y solicitado permiso de despegue. Salgo con su recuerdo, sus fotos con esa mañana del 25 de Diciembre llena de sexo dormido y violencia.
Tardaremos mucho en volvernos a ver, pero tendré, durante ese tiempo infinitas sensaciones que recordar. Sabré que, cuando nos reencontremos viviremos momentos mejores, más excitantes, más peligrosos, más imaginativos y, tal vez, a la larga, otros muchos 25 de Diciembre, vuelvan a repetirse.
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