sábado, 29 de enero de 2011

LA DECISION DE SOFIA

Hoy, 12 de Junio, salgo hacia Madrid vía Ámsterdam. Hace dos años viaje desde Oviedo a Sto. Domingo, para un trabajo que se aborto. Los últimos cinco meses los he pasado en San José de Costa Rica intentando recuperarme del trauma moral, profesional y económico que tal cancelación me produjo. Ahora, regreso Asturias. Dejo atrás un periodo confuso en el que se han alternado alegrías y tristeza, y en el que mi mente pensó más en el pasado que en el futuro.Recuerdo, sobre todo, como ha influido en mí este periodo vivido en Centroamérica, como afecto a Sonia y a nuestra relación. La convivencia continúa en un hogar prestado, en el que me sentía y no me sentía a gusto, en el que era huésped y no dueño, en el que, como pareja, vivíamos pendientes del entorno, del que dirán o que pensaran.Salgo de America con la duda del regreso y con la ilusión de un futuro mejor, o al menos diferente.He pasado horas meditando, regando y cuidando una magnifica colección de orquídeas, leyendo, haciendo ejercicio, encerrado entre cuatro paredes sin salir, sin recorrer las playas y bosque de este país tropical. Han sido muchos días y noches en los que la convivencia se alteró, en los que los problemas económicos, profesionales y familiares socavaron nuestra relación personal.
¿Cuántas veces me he preguntado el porqué?, su porqué no. Hasta ahora Sonia y yo éramos una pareja sexualmente compenetrada, en la que el “No”, jamás existió. Si uno de los dos deseaba hacer el amor, se hacía. Hoy es diferente. Ha surgido el cansancio, los dolores de cabeza, la maledicencia, el si nos verán o nos escucharan. En estos meses la ropa ha sustituido a la piel y el sueño al sexo.¿Qué pasó?, me pregunto y no tengo respuesta. Será el hastío, el miedo al futuro, la costumbre, la convivencia en hogar ajeno. Por la noche pienso en ese alejamiento sexual, en ese no querer, o no poder, que nos aleja, que nos enfrenta y enoja.He vivido cinco meses de reuniones familiares, de visitas amigos, de larguísimas pérdidas de tiempo en La Galería de Arte donde no se vende nada pero de la que se habla y escribe como la más prometedora del País en lo que arte moderno se refiere. En ella, primero entre semana y al final solo los sábados, leía, veía deambular a la gente por la Avenida 7, siempre con la ilusión de que alguien entrará a ver la exposición en curso. Nadie, o casi nadie, se intereso, en esos meses, por el arte.Ha sido un periodo estéril. Por alguna razón mi mente se agotó. La vieja imaginación con la que describía los hechos cotidianos que me rodeaba, desapareció arrastrada por una de aquellas tormentas tropicales que cada tarde descargaban sobre San José. Veía y vivía una existencia desprovista de sexo, de erotismo, de sensualidad. Nada de lo que pasaba a mi alrededor desprendía esa lujuria contagiosa con la que tantas veces, antes, había convivido. Mi vida se adocenó, se encerró en si misma con la sola idea de “ya pasará” del “esto es fruto del momento” o,” estaré envejeciendo”. Los días discurrían con una pasmosa igualdad, solo alterada por mis enfados internos, por las repetidas pérdidas de mis queridas siestas, por la desaparición de los amaneceres cargados de sexo o por mis goces solitarios.Nada me interesaba, ni aun el hecho de que Manguita se empeñase en presentarme a uno de sus anticuarios predilectos, al que compraba todo tipo de “chunches” viejos para sus obras de arte, ni que, para llegar a su almacén-tienda, debiéramos pasar por una casa de putas, modificó la estabilidad de mi mente. No obstante y por idéntica razón a la que hasta entonces me había mantenido apático, aquella sugerencia empezó a revitalizarme.La tal casa de putas se situaba en el barrio rojo de San José, muy próxima al Mercado Central. Sin ser un experto en el tema no dudo en definirla como uno de los peores antros dedicados al floreciente negocio de la carne. Un largo pasillo, en el que, se situaban las mujeres a la derecha y los hombre a la izquierda, terminaba en una garita, al pie de una escalera lateral por donde ascendían las parejas tras abonar el correspondiente precio de la habitación y el de la señorita.

En aquellos momentos desconocía la parte superior del putero pero solo el pasillo y el personal que lo adornaba era digno de cientos de comentarios. Mujeres jóvenes y no tan jóvenes, blancas, indias y negras se acomodaban en una amplia bancada para ser las elegidas. Era sábado por la mañana y la afluencia de parroquianos muy escasa. Diez o doce trabajadoras del sexo, ligeras de ropa, hablaban entre si sin importarles que, los compradores de la tienda del fondo, entraran o salieran. Lo suyo, evidentemente, era otro tema y el mercantilismo del anticuario no interfería en su actividad, tal vez hasta la mejoraba.Lo peculiar de la tal lugar lo comenté, inocentemente, el domingo siguiente en una comida familiar. Su impacto fue desigual. Desde Wilma, que no presto ningún interés, hasta Sofía, que quedo gratamente impresionada, tanto que me pidió que la acompañara allí algún día, pasando por Albita que recriminó a Sonia por llevar al señor (yo) a tales sitios habiendo otros muchos en San José mas bonitos. La cruda realidad es que el tema se agoto de inmediato.Me olvide del lugar, de la calle y del deprimente espectáculo. Mi vida volvió a encauzarse en la monotonía cotidiana, rota ahora por la preparación de mi viaje de regreso a España..- José Luis, me dijo Sofía por teléfono, podrías acompañarme a esa casa de putas. Tengo que hacer un reportaje para la U.C.R, sobre ese tipo de lugares.Su solicitad me sorprendió. No podía imaginar que alguien reincidiese en el tema y menos que estuviera interesado en conocerlo..- Bueno respondí, cuando quieras.Y quiso. Exactamente, el 7 de Junio, cinco antes de mi partida..- José Luis, volvió a llamarme por teléfono, ya tengo todos los permisos de la Universidad. Que tal si vamos el sábado.Así fue como, en compañía de la sobrina mayor de Sonia, regrese aquella casa de putas.Sofía llego a La Galería a las 11 de la mañana. Iba en vaqueros, con un niqui blanco muy ceñido y sin mangas. Puede que por pudor, o por respeto a mis años, paso al baño y se cubrió con una camisa muy amplia a juego con los pantalones. Su intención era hacer una entrevista a una de las señoritas, conocer su lugar de trabajo, ver sus condiciones higiénicas y sanitarias, las tarifas y el probable futuro de sus vidas. También, si fuese posible, hacer alguna foto. Con todo en la mente partimos hacia el cuchitril.El plan preveía que entrase yo por delante, seleccionase a una de las candidatas, le hiciera la proposición de Sofía y, si aceptaba, regresar a por la periodista, presentársela, subir a la habitación y, por espacio de una hora que ambas hablasen de sus temas.Como todos los fines de semana a primera hora, el pasillo era un enjambre de mujeres sentadas a la derecha y poquísimos hombres, de pie, a la izquierda. Me puse en cola y elegí una, a mi entender la mas aceptable. Morena, casi negra, de unos 30 años y con una figura muy estilizada. Faldita corta y blusa de tirantes que dejaba ver, muy claramente, sus generosos pechos. Me acerque y le propuse la idea: subir al cuarto, hablar y cobrar. Le pareció bien. Pidió 1.500 colones por el servicio y yo le prometí 2.000 si se portaba correctamente y colaboraba para que el reportaje saliera perfectamente. Es mas, le dije por animarla, si todo discurre bien es fácil que mi amiga te invite almorzar.Salí, hable con Sofía y regrese a la cola. Estaba claro que el orden era primordial para la buena marcha del negocio. Tras media hora de paciente espera alcance la ventanilla. Pague otros 500 pesos por la habitación, una toalla y un preservativo, hice una seña a la muchacha seleccionada, salí por Sofía y los tres pasamos al piso superior.Si la entrada era asquerosa, el servicio del cuarto lo era más. En un rectángulo de apenas dos metros cuadrados se distribuía un catre de madera con colchón de goma espuma recubierto por una sábana negruzca que, en mi opinión, se debería cambiar después de cada servicio, una palangana con agua, dos rollos de papel higiénico, una papelera con múltiples condones y una silla de madera. En la pared, un ventanuco, cruzado por dos tablones a modo de persiana, daba sobre el almacén del anticuario y dejaba filtrar un potente chorro de luz.Sofía y Charo, así se llamaba la chica, se sentaron en la cama. Yo ocupe la silla. Todo iba bien. Sofía saco una grabadora, un cuaderno y un bolígrafo. Se la veía relajada. Charo se acomodo en la cabecera, se despojó de los zapatos y nos ofreció una enigmática sonrisa..- ¿Bueno amigos, dijo, es esto lo que queríais ver?Ante mi mutismo o mejor, mi extrañeza siguió..- En esta habitación, empezó a decir, la gente viene a “coger”, casi nunca hablar. Aquí subo con un hombre, o dos, nos desnudamos y me “cogen”. Luego se lavan, o no, y nos vamos. En todo eso gastamos menos de 15 minutos, depende.Sofía callaba y yo hacía esfuerzos por saber a donde iría a parar con aquella perorata. Sin duda, pensé, busca más dinero. Si lo habitual eran 15 minutos y yo le había apalabrado una hora estaba claro que la nueva tarifa seria superior..- Aquí, continuo, subo a trabajar, y lo hago desnuda. En este cuchitril, con el calor que hace, la ropa sobra. Estas paredes “papitos” están acostumbradas a ver a la gente “chinga”.Seguía sin adivinar sus intenciones. Al principio pensé que estaba drogada y todo lo hecho hasta entonces había sido en vano, que lo más correcto era darle el dinero prometido e irnos. Sofía ya tendría una idea global del ambiente para poderlo redactar..- Y tu, mi niña, que miras, decía ahora con una media sonrisa en sus labios, seguro que nunca estuviste en un sitio como este. Vamos hablar. Hablemos de mujer a mujer. Te voy a proponer un “jueguecito”.Vi como sus ojos se iluminaban y como Sofía enrojecía de repente..- En este tugurio trabajo desnuda y quienes están conmigo, también lo están.De nuevo repetía la frase y otra vez me perdí en sus ideas..- Te propongo,” m´ija” que me hagas la entrevista estando todos “chingos”. Si aceptas, seguía, te cuento mi vida y todo cuanto quieras saber de este puerco trabajo que ejerzo, sino, tomo el dinero me callo y nos vamos ¿Qué te parece?No era una proposición indecente, pero casi. Se acabó, pensé. De aquí salimos como entramos pero mas sucios y con menos dinero. Sofía, muy pálida, miraba la Charo. Se escuchó el silencio de su mente durante 30 larguísimos segundos..- En caso afirmativo, la oí susurrar, ¿podré tomar fotos y preguntar lo que quiera?Quede helado. Sofía, la dura Sofía, la nieta díscola de la familia, la, para mi, aparente mosquita muerta, estaba haciéndole frente a la Charo..- Claro mi alma, respondió, si nos desnudamos tu preguntas y haces lo que te venga en gana.El silencio volvió a paladearse. Solo el polvillo, iluminado por los rayos de sol, daba vida al recinto. Sofía callaba. Evaluaba todas y cada una de las posibilidades. Mi presencia, sin duda era lo mas problemático..- De acuerdo, dijo, como tú quieras..- Si que tienes ovarios, escupió la Charo, empezando a despojarse de la faldita. Tu, “papito” dijo refiriéndose a mi, aligera la ropa.
Hará más de 40 años, cuando hice la “mili”, mis compañeros me apodaban cariñosamente “La puta”. No por mi vida licenciosa, sino por la rapidez en vestirme y desnudarme. Entre ese don natural, que el cielo me dio, y mi tranquilidad espiritual, fui el primero en quedarme totalmente “en pelotas” y el único, en justa compensación, en poder observar el original “strip-tease” que, gratuitamente, se me brindaba.La Charo, por su profesión, debería ser rápida desprendiéndose de la ropa, no así Sofía que, salvo algún polvo extemporáneo con su novio, o con algún amigo, tendría poca práctica y menos ahora, en tan horrible situación. Mi ojo crítico la evaluaba como “con poca gracia” a la hora de desnudarse.Sentado en el taburete, que hacía las veces de silla, y apoyado contra la pared, tenía la ventaja de mantenerme en un espacio mal iluminado, y la enorme satisfacción de contemplar la actuación de las damas bajo el mejor de los focos posibles: el rayo de sol que entraba por el ventanuco. Daba la sensación que ambas se habían olvidado de mí. Salvo una mirada inicial de Sofía, como pidiéndome permiso o disculpa, y una sonrisa irónica de la Charo, la dos se enfrentaban ahora cuerpo a cuerpo y al desnudo.Primero la falda, luego la Charo se despojó de la blusa quedando sus carnes ceñidas por un sujetador y una braguita, ambos negros, que en un primer momento, se ajusto con recato. Sofía, mas lenta, se desabrocho el vaquero desprendiéndose de él como de una segunda piel. Luego, aquella camisa, protectora de su decencia, resbalo por sus hombros, manteniéndose con el niqui y un minúsculo tanga que, más que ocultar, resaltaba su culito. Era como un juego de prendas.
Cada una estaba cumpliendo lo pactado y el juego continuaba. No recuerdo cuando, pienso que en alguna revista o en el cine, había visto antes abrir un sujetador por delante. Ahora lo veía. La Charo se llevó los dedos entre las tetas, hizo con ellos un ligero movimiento circular y aquella prenda que los cubría se desprendió dejando al aire sus magnificas “domingas” coronadas por dos enormes pezones oscuros. Sofía seguía yendo más lenta. Se extrajo el niqui por la cabeza y echando las manos hacía detrás se desabrochó el sostén. Surgieron dos pechitos blancos, apenas si crecidos, con los pezones pequeños, erectos y sin casi aureola. Las mejillas le brillaban y sus ojos seguían fijos en la Charo. Casi a la vez echaron mano de sus “calzones” y en un abrir y cerrar de ojos, se los sacaron.Para mi todo eran comparaciones, odiosas comparaciones. El culo hermoso y moreno de una contrastaba con el enjuto de la otra. La cintura, apenas formada de Sofía era un guiñapo contra las formas opulentas de la Charo. Eso si, la mata de pelo púbico de ambas era muy similar. Me asombre del mechón negro que protegía el coñito de la más joven frente al rizado y recortado Monte de Venus de la profesional, sin duda más trajinado que el de la otra.
Ambas estaban, por fin, desnudas. El encanto, el morbo inicial, había muerto. Las mire “chingas”, sentadas en la cama, relajadas y tranquilas. La pátina bermellón que hasta entonces cubría en rostro de Sofía, había desaparecido.- ¿Qué, empezamos? dijo la Charo.Como si estuvieran en la sala de estar de la casa, se pusieron hablar. Una preguntaba y la otra respondía. Yo miraba. Miraba y pensaba: en la maldad de Charo y en la obcecación de Sofía. Iba a por un reportaje y lo estaba consiguiendo. No le importó meterse en una casa de putas, subir a un cuarto de mala muerte, desnudarse ante mí. No le afecto nada. Deseaba una cosa y ya la tenía.Terminaron con un beso. Se despidieron, se besaron y me besaron, las dos completamente desnudas. Aun siento en mis carnes, pasado el tiempo, los mullidos pechos de una y los duros y puntiagudos de la otra. Nos vestimos, le pague y nos fuimos. Entre ellas, creo recordar, quedo pendiente un almuerzo..- Muchas gracias, José Luis, fue lo último que Sofía dijo antes de tomar el autobús para Heredia, cuando tenga el reportaje te lo enviaré. Vuelve pronto.Era el 7 de Junio. Tras casi cinco meses de estancia en Costa Rica, fueron, la entrevista a la Charo y el desnudo de Sofía lo mas erótico que me sucedió y. como siempre en mi vida, ocurrió en el momento de partir.Salgo para España. Dejo atrás otro periodo de mi vida en el que perdí muchas cosas y gane otras; en el que sufrí situaciones de pareja hasta ahora desconocidas, visité una curiosa casa de putas, asistí a una entrevista en la que ambas partes estaban desnudas, cuidé una colección de orquídeas y me apunte a un gimnasio en el que perdí 5 kilos a base de correr, nadar y saltar.
Recordaré una Costa Rica diferente a la que antes había conocido y, sobre todo, alabaré la decisión de Sofía ante la insidiosa solicitud de la Charo.

No hay comentarios: